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jueves, 27 de noviembre de 2008

El camino



Consultó un mapa que extrajo de la bolsa que colgaba de su hombro para tener, no sólo la perspectiva del recorrido efectuado durante todas sus vidas,sino el punto exacto al que había llegado; atrás quedó la senda que la condujo hasta el instante actual, y aunque la continuidad de su obra se basaba únicamente en el aquí y ahora, de donde tenía que partir cada amanecer como única referencia para la construcción de su camino, en aquel momento necesitaba centrar sus coordenadas.

Trabajaba día y noche, y no le importaba el trayecto recorrido si no fuera porque cada etapa se sumaba a su experiencia, conduciéndola al punto desde el que comenzaba cada mañana cuando, al despertar, oteaba el horizonte, buscando la estela del sol iluminando la somnolienta luna hasta hacerla desaparecer, huérfana de reflejos e imagen perceptible hasta el próximo ocaso. Entonces se ponía en marcha después de una breve meditación y un deseo íntimo, dibujando desde el fondo de su alma, un haz de luz sanadora abrazando al planeta. Como para todos los que allí se encontraban, su actividad consistía en vivir, y a través de esa actividad realizada conscientemente, construía su camino...

A veces recordaba etapas anteriores para poder tomar decisiones en cuanto al mismo; le venían a la memoria imágenes de otras vidas con sus circunstancias particulares, recuerdos de aquellos a los que había conocido y amado, con los que había compartido experiencias. Recordaba a sus hijos y a los hijos de sus hijos durante muchas generaciones, ya que se le había concedido eso que al otro lado llaman "Memoria Genética Intertemporal" (MGI) como premio a la suma de lo recorrido.

Gracias a esta memoria, disfrutaba de un enorme caudal de amor en su alma y comprendía muchas situaciones en las que otras personas se hallaban inmersas, situaciones que ella misma había vivido en momentos de su existencia y que le permitían ocupar el lugar del otro, empatizando profundamente con él. A veces, reconociendo el sufrimiento ajeno, se sentía inclinada a dar un consejo, pero en el lugar donde se encontraba, estaba terminantemente prohibido interferir en el libre albedrío de los otros.

En esta otra dimensión, contaba con una gran ventaja; la ausencia del dolor tanto físico como emocional, la ausencia de deseos. Por fortuna esa etapa ya pasó y la constante en esta existencia era la calma, el sosiego y ese tipo de memoria al que antes me refería.

Siguió cumpliendo con su misión mientras pensó lo equivocados que están aquellos que quieren alcanzar una meta, la paz que resta a la vida lo que algunos llaman "cumplimiento de objetivos", acumulación de vivencias que no pueden ser absorbidas más que externamente, por el ego... Ella misma se había equivocado una y otra vez hasta aprender de su propia experiencia, momento en el que pudo acceder a esta otra etapa, en la que la felicidad era la constante. Algunos lo llamaban cielo, y ciertamente, no era un estado desconocido para el alma, ya que, en la dimensión anterior lo había sentido en momentos puntuales.

Llegó el ocaso y el sol durmiente se escondió en el horizonte mientras la luna sonrió a la oscuridad plateando las sombras con la promesa del nuevo día.

Y descansó mientras sus sueños se hacían realidad a cada paso...

Sabía que llegado a un punto lo olvidaría todo, o más bien lo integraría en el conocimiento o la conciencia universal, en Akasha, y adquiriría un conocimiento global porque ya no sería una parte con identidad propia, no la necesitaría cuando su experiencia se hubiera completado...

Sí, esto ocurriría al final del camino, se dijo, mientras elegía sus sueños...

miércoles, 26 de noviembre de 2008

La semilla de mostaza (Cuento Zen)


Recuerda a cada momento: ¿Va a quitarte la muerte eso que estás acumulando? Si es así, no merece la pena que te preocupes por ello. Y si la muerte no te lo va a quitar, entonces puedes sacrificar en su nombre incluso la vida, porque un día u otro la vida se irá. Antes de que la vida se vaya, aprovecha la oportunidad para encontrar eso que nunca muere.

A una mujer se le murió el marido. Era joven y sólo tenía un hijo. Quería hacer el sati, quería saltar a la pira funeraria con su marido, pero su hijito se lo impidió. Tenía que vivir para aquel niño.

Pero poco después el niño también murió. Esto era demasiado, estaba a punto de volverse loca y preguntaba a la gente: —¿Alguien conoce a algún médico que pueda devolver la vida a mi hijo? Yo vivía sólo para él y ahora toda mi existencia se ha quedado en tinieblas. Como Buda iba a venir a la ciudad, le dijeron: —Lleva a tu hijo ante Buda. Dile que estabas viviendo para ese niño, que ahora ha muerto, y pídele: «Como eres una persona tan grande e iluminada, ¡devuélvelo a la vida! ¡Ten piedad de mí!»

La mujer fue ante Buda, puso el cuerpo muerto del niño a sus pies y dijo: —Devuélvele la vida. Tú conoces todos los secretos de la vida, has llegado al punto supremo de la existencia. ¿No puedes hacer un pequeño milagro para esta pobre mujer? —Lo haré, pero con una condición —dijo Buda.

—Cumpliré cualquier condición que me pidas —respondió la mujer.

—La condición es que vayas a la ciudad y me traigas unas semillas de mostaza de una casa en la que no haya muerto nadie.

La mujer no podía entender su estrategia. Fue a una casa y le dijeron: —¿Unas cuantas semillas de mostaza? Podemos llevar carros llenos de semillas de mostaza para que Buda devuelva la vida a tu hijo. Pero hemos visto tantas muertes en nuestra familia... Era un pueblo pequeño, y ella fue a cada casa. Todos estaban dispuestos: «¿Cuántas semillas quieres?» Pero la condición era imposible de cumplir porque todos habían visto muchas muertes en sus familias...

Aquella misma noche la mujer entendió que cuando uno nace está destinado a morir, por tanto, ¿qué sentido tenía devolver la vida al niño? Volverá a morir. Más vale que busque lo eterno, lo que nunca ha nacido y nunca morirá. Volvió con las manos vacías.

Buda le preguntó: —¿Dónde están las semillas de mostaza? Ella se rió. Por la mañana había venido llorando; ahora se reía y dijo: —¡Ha sido un truco! Cualquiera que nazca está destinado a morir. No hay ni una sola familia en el mundo en la que no haya muerto nadie. Ya no quiero que devuelvas la vida a mi hijo, ¿para qué? Olvídate el niño e iníciame en el arte de la meditación para que pueda ir a la tierra, al espacio de la inmortalidad, donde no se conocen el nacimiento y la muerte.

Esto es para mí un auténtico milagro: cortar el problema desde la misma raíz.

A mi amiga A.V. que se fue el domingo, llena de paz, con su equipaje repleto de esas cosas que pueden llevarse al otro lado, dejando tras de sí una estela de amor

Siempre estarás en mi corazón, amiga del alma...

martes, 25 de noviembre de 2008

Al otro lado


Durante varias semanas, sólo una pequeña luz ilumina las tinieblas… Una ventana de comunicación, pero ¿Con quién?

Han pretendido aislarle destruyendo todo lo que tenía… Sin embargo, en medio de mentiras, descrédito y destrucción, ha sobrevivido… Pensaba que moriría, incluso estuvo varios días agonizando, en un estado de parálisis física y anímica entre esas tinieblas que le lanzaron los del otro lado...

Llegó a pensar que la muerte era la mejor solución, de hecho, había terminado todo aquello que un día comenzó y no la temía en absoluto, ya que pensaba que era una puerta hacia otra realidad, sin embargo, no estaba convencido de que no le quedase algo pendiente en este mundo…

Una noche, aún en estado agónico, tuvo un sueño y fue un sueño extraño, “alguien” le susurró al oído que esperase, que no podía partir sin haber comprobado que las Leyes Universales siempre funcionaban de manera exacta: Ellos recibirán lo que les corresponde, y precisamente la certeza de que todo tiene un sentido preciso, será la fuerza que emplearás en empezar de nuevo y construir un camino que te permita valorar la situación, elegir desde la nada.

Tanto los que eligieron la luz como los que eligieron la oscuridad, están anclados a sus decisiones, continuó la voz… Ya no hay marcha atrás… Ahora, terminó, puedes decidir si esperas o te vas; ya has cumplido el contrato, pero el Universo aún no ha saldado su deuda.

A las 6, 30 sonó el despertador, se dirigió a la ducha y permaneció inmóvil debajo del agua fresca…

Al abrir la puerta de calle, el sol abandonó el abrigo de las nubes e iluminó su rostro. Supo, entonces, que seguiría

lunes, 24 de noviembre de 2008

El precio de la verdad


El vivir desde nuestra verdad o guiados por la propia conciencia, tiene un precio y a veces muy alto, principalmente si no bailas al son que otros pretenden…

Siempre digo que el fin no justifica los medios salvo en circunstancias muy puntuales, con lo cual hace tiempo que acepté que si en un momento determinado decido, porque siento que en conciencia debo hacerlo, cerrar una puerta, poner un límite o pasar página, puede calificarse de cobardía o de abandono, siempre contemplado desde fuera, claro…

En el hecho de emprender nuevos caminos, hay una cuestión no sólo de valores sino también de prioridades y matices, y lógicamente de fidelidad a los mismos.

Los matices, en la mayoría de los casos sólo pueden comprenderse desde la perspectiva personal y a través de esa brújula interior que nos hace tener que adoptar decisiones más allá de lo que puedan entender los demás, emprender caminos diferentes a los que veníamos transitando, lejos de lo que se espera, aceptando sin más “los efectos secundarios” pero como siempre digo, hay que vivir con nuestra conciencia, no con las de los otros….Y tengo que añadir que respeto las dudas que otros tengan, incluso si soy juzgada por ellas, pero eso no es suficiente para detenerme…

¿Dejaré por esto de ser quien soy?

Y como sé que he llegado hasta aquí a través de mis pasos, del camino recorrido, presumo que el nuevo sendero emprendido me conducirá a la misma meta, a mí misma, y que siempre serán míos el éxito o el fracaso…

A veces el precio es el de andar sola una parte del camino, ver cómo los que antes te reconocían, ahora pasan de largo, pero…

Siempre estaré dispuesta a pagar este precio, se comprenda o no…

domingo, 23 de noviembre de 2008

Cosas que pasan...



En la habitación de mi casa donde paso más tiempo, un lugar que me encanta, con todo lo que necesito para disfrutar de mis momentos, un espacio luminoso, agradable, lleno de calma, existe un reloj. Es un pequeño reloj de péndulo de caja octogonal en madera color caoba cuya esfera está decorada con un antiguo mapamundi en un color crema con tintes anaranjados… Es bonito, pero está parado y nunca he pensado arreglarlo, ya que se detuvo en un momento en el que alguien, muy querido para mí, se marchó de este mundo; ese reloj era suyo y ahí queda, parado en ese instante...

Pues bien, lo que quería contar es que, de vez en cuando, el pequeño péndulo de ese reloj, sin saber cómo ni por qué, se pone en movimiento, sin que por esto cambie la hora como sería normal, manteniendo siempre en su esfera las dos y nueve minutos. Al cabo de unas horas, a veces días moviéndose, se detiene y sigue así hasta que de nuevo se vuelve a poner en marcha, sin una periodicidad ni motivo aparente...

La verdad es que, la primera vez que ocurrió o la primera vez que lo vi, me quedé muy sorprendida, y por buscar una explicación lógica, pensé que al limpiarlo lo había movido y esto había provocado que se pusiera el péndulo en funcionamiento, sin embargo, con el tiempo comprobé que este fenómeno se repetía sin haberlo tocado y sin acercarme a él, así que sentí un cierto temor por aquello de que todo lo que no se controla o no puede explicarse, asusta…

Ahora me parece normal, anoche mismo ocurrió (aún sigue moviéndose) y sigo pensando que no hay un motivo concreto, y si existe, aún no lo he descubierto, por lo que, como el fenómeno se ha convertido en cotidiano por mera repetición, ni me asusta ni me preocupa, aunque me siga pareciendo curioso…

Cosas que pasan…

viernes, 21 de noviembre de 2008

Pinceladas


Al alba, el sol, en su lucha por disolver la espesa niebla otoñal, tiñe el ambiente de reflejos dorados difuminando el paisaje .. Ella, con semblante agitado, busca el vagón del tren que le conducirá a un nuevo principio, mientras dirige por última vez, su mirada hacia el vestíbulo de la estación como símbolo de un pasado que abandona…

La niebla empieza a disiparse dando paso a la luz y sus ojos algo cansados pero aún así ávidos de nuevos paisajes, conducen la mirada más allá de la línea donde las vías se aproximan entre sí hasta acariciarse, buscando en el horizonte el punto donde confluyen cielo y tierra…Ocupa su asiento mientras, con lo ojos cerrados, evoca momentos, sentimientos, recuerdos guardados en lo profundo de su memoria. Pasan varias horas, horas de calma, de sosiego, de esperanza, mientras sigue alejándose de su propio pasado…

El tren se detiene, y pocos minutos después, continúa su marcha…

Aún con lo ojos cerrados, percibe que alguien ocupa el asiento contiguo, y reconoce su olor, su presencia.

Sonríe, mientras inclina la cabeza hasta apoyarla en el hombro de su acompañante, que a su vez inclina la suya hasta hacer descansar su mejilla en el plateado cabello…

Ella, sintiendo el contacto, sonríe de nuevo con la certeza de que aquellos que la quieren de verdad, aceptarán su marcha, sabiendo que todos, sin excepción, seguirán por siempre habitando su alma donde no existe el tiempo o la distancia donde todo es presencia, calor, sentimiento, donde habita el amor…

El brazo de su acompañante la rodea cálidamente por el hombro y como un susurro acariciante, la inundan sus palabras: Ha llegado el momento, amor; por fin ha llegado…

jueves, 20 de noviembre de 2008

¡NO!


Hoy, como tantos, quiero dar testimonio de mi repulsa hacia la pornografía infantil, gritar:
¡No, ya basta!

Que todos esos boylover, preteens, girllover, childlover, pedoboy, boyboy, fetishboy , feet boy, tengan la seguridad de que no les permitiremos alcanzar sus asquerosos objetivos.
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Porque si nadie merece el abuso, el maltrato, el desprecio de los propios derechos, menos aún un niño para quien una experiencia como el abuso, supone la negación de una infancia feliz, de un desarrollo y un futuro normales como personas.
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Ahora y siempre... NO

¿Será esto felicidad?


Hablaba hace poco, con un compañero de trabajo, al hilo de unas fotos que aparecieron de hace más de veinte años, de cómo hemos cambiado y no precisamente para bien, en lo que se refiere al aspecto físico; ¡qué guapa estabas! me decía, y le respondí con una pregunta, entre risas: ¿Quiere esto decir que ya no lo estoy? Viéndose en un aprieto, contestó: Bueno, no es exactamente eso… jajajaja… La verdad es que él también era guapísimo

Al quedarme sola, seguí pensando...

Yo misma soy consciente de ese cambio (¿es una pérdida?), sin embargo estoy contentísima de haber superado el medio siglo, merece la pena haber llegado hasta aquí y siento que estoy mucho mejor, por unas cuantas razones, entre otras: Mi timidez de entonces ha desaparecido, aunque quede un puntito que me haga parecer ¿delicada?. Mi experiencia tanto laboral, como en todos los ámbitos de la vida ha crecido; soy una mujer segura de lo que quiero, de donde me dirijo y conservo algo muy importante, que son las ganas de vivir y por lo tanto de ir adquiriendo más conocimiento y lo digo en singular porque el conocimiento al que me refiero, que considero el más importante, por no decir el único, es sobre mí misma y en consecuencia sobre el mundo, tanto físico como espiritual en el que habito y porque sé que ése tipo de conocimiento me conduce no al por qué de la experiencia sino al para qué…

Este conocimiento no me ha llegado como un regalo, aunque influyan las circunstancias vitales, los hechos que el devenir me ha deparado, sino que he procurado con mayor o menor éxito ser consciente de lo vivido, actuar a través de unos principios dictados por mi conciencia y buscar ese algo más o ese mensaje tantas veces oculto para la mente o el ego, que me puede llevar a descubrir el “para qué” al que me refería.

En fin, termino con una frase de Krishnamurti que define la belleza como “El sentimiento de lo esencial”, más allá de lo que las cosas parecen, también hay algo que observar, algo que ver y sentir, algo que aprender…

Sí, estoy contenta…

¿Será esto la felicidad?

lunes, 17 de noviembre de 2008

Crónica simple de un día muy normalito


De repente me doy cuenta… Resulta que hoy, después de mucho tiempo, he sido feliz…Já… (que viene a ser incredulidad acompañada de media sonrisa) Me digo: ¿Por qué?

Y me respondo a mí misma que la felicidad no tiene un por qué, simplemente sucede, o no, pero explicación no tiene…

Sin embargo pienso en lo que he hecho a lo largo del día y lo cierto es que ha sido un día muy normalito, y aunque hace tiempo que ya no me ataca el famoso “síndrome del lunes”, una vez que admití que hay uno cada siete días, pero que no sólo el lunes se repite con esa periodicidad, sino también el resto de los días de la semana, con lo cual, y si se piensa, todos son iguales: días, al fin, que nos permiten vivir, y resulta que esa es nuestra principal misión en este mundo

He llegado tarde al trabajo, aunque una vez que me he dado cuenta de que sucedería, nada más abrir el ojo, porque yo los abro por etapas… Primero uno y luego otro… Pues bien, como decía, cuando he visto que eran las ocho de la mañana, lo que significa una hora más de lo debido, no he querido salir corriendo, ¿para qué? Si ya iba retrasada… ¿Qué ganaría con acelerarme más allá de un dolor de cabeza? Así que, incluso me he parado a tomar un café por el camino…

Durante la mañana he estado bastante calmada, claro… he dormido una hora más… Al salir del trabajo, me he entretenido, antes de irme a casa, en mirar libros en un puesto (por llamarlo de alguna forma) callejero que me he encontrado por el camino, y he comprado uno que no sé si llegaré a leer, pero el viejecito que los vendía me ha dicho que era muy interesante, y que como eran de segunda mano, aunque seminuevos, los daba a buen precio…

El ancianito era un amor, de lo más tierno, y prácticamente me ha contado el libro entero…Me ha gustado mucho su conversación y cuando le he pagado, le he pedido por favor que me dejara invitarle a un café y quería que le acompañara pero eran las cuatro y aún estaba sin comer, así que le he dicho que otro día…

Luego, al llegar a casa, he comido dos platos de verduras con pan de centeno… Y la verdad es que estaban buenísimas, y después unas nueces, café y un bombón, y ahora me doy cuenta de que he disfrutado un montón de todo lo que llevo contado hasta ahora…

Después de hacer un poco de limpieza, he jugado conmigo misma una partida de ajedrez y he perdido, pero no me ha importado…

Bueno, creo que termino aquí porque el resto es parecido, en realidad ha sido un día, como decía, de lo más normalito… Ah¡ Entre medias he hablado con gente que quiero mucho y me he alegrado de verles felices…

Bueno, pues… Sí… Un buen día…

Quizá haya terminado la mala racha... ¿Qué digo?

Sin duda ha terminado...

domingo, 16 de noviembre de 2008

¿Qué crisis?


Sé que la vida, en el más amplio sentido, por principio, contemplando lo que abarca, es no sólo una maravilla, sino también un milagro… El alma de la existencia o la energía que la sustenta puede considerarse un prodigio… El amor, los sentimientos positivos generados en cualquier forma de la misma, algo indescriptible…

Pero si contemplamos el mundo de forma global, sin referencias temporales o de espacio, si toda esa belleza que no niego que exista, la sintetizáramos en una imagen para mostrar a alguien ajeno a éste, por ejemplo de un paisaje africano, un amanecer con todos sus colores, con el sol naciente dorando el espacio, dando contorno y color a esa vasta y poderosa naturaleza y a esa calmada belleza le superpusiéramos imágenes de la otra parte de la realidad…

¿Qué quedaría del milagro?… ¿Todo esa maravilla mermaría el horror de un solo ser humano pasando cualquier tipo de necesidad? ¿Se justificaría a través del “prodigio” el despropósito de una sola guerra generada ésta por las causas que fueren? ¿Embellecería o disminuiría la injusticia, la desigualdad, la indiferencia hacia nuestros semejantes?

El mundo está en crisis y parece que sólo económica, o al menos eso es lo que se refleja, y nuestros dirigentes actúan contra ella reuniéndose para encontrar soluciones, aplicar medidas, para movilizarnos contra la hecatombe…

Sí, el mundo está en crisis, pero de valores morales y humanidad… Mientras tanto, que los políticos se sigan reuniendo, que encuentren soluciones, que apliquen medidas y se sientan imprescindibles, con el futuro en sus manos, pero a mí, particularmente, mientras siga existiendo esa otra realidad que hace que muchos no puedan ni pensar, no ya en el futuro sino en despertar con vida mañana, no me parece que la cumbre G20 disminuya o solucione para nada la auténtica crisis…

Y ésa no tiene nada que ver con el valor del dinero…