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martes, 29 de diciembre de 2009

Una sola respuesta ...


Después de ver, en el gráfico adjunto, una estadística de la mayoría de las confesiones religiosas existentes en nuestro mundo y de los practicantes de cada una incluidos los agnósticos y ateos, pienso que, dentro de ese gráfico están comprendidos casi todos los habitantes (humanos, por expresarlo de alguna forma) de nuestro planeta.

A mí, contemplando el mundo, me surge una pregunta rápida: ¿De qué sirven las religiones?

Todas y cada una de ellas, al margen de las deidades a las que adoren, predican el amor al prójimo como base de sustentación de las mismas…

¿La práctica real de estas religiones, al margen de la existencia de los dioses que todas ellas defienden como el auténtico, no haría de este mundo un mundo en paz, justo, solidario, equitativo?

¿Es así nuestro mundo?

Vuelvo a hacerme la misma pregunta y sólo encuentro una respuesta

Una sola respuesta…

domingo, 13 de diciembre de 2009

Al fin



Creo que vivimos en un mundo que está en guerra permanente. Hay guerras oficiales, históricas como la de Israel y Palestina, guerras potenciadas con la absurda excusa de “conservar la paz”; guerras entre razas, entre etnias, guerras religiosas, entre “hermanos”, de tipo laboral, entre “amigos”, guerras encubiertas, subterráneas … Todas ellas, creo yo, con el único fin de ostentar, perseguir, conquistar el poder en los diferentes ámbitos para exaltación de egos personales o colectivos, porque la ambición desmedida, sin control, no es más que eso…

Este tipo de actitudes, se refleja claramente en lo cotidiano, ya que por parte de todos los medios de poder, se vierten conceptos competitivos en el peor sentido del término: La guerra por parecer mejor, por ser más moderno, más guapo, por tener más, ser mejor considerado familiar o socialmente y raramente, por ejemplo, a través de los medios de comunicación nos llegan mensajes diferenciando el ser del tener y hasta las confesiones religiosas que predican el altruismo, el amor al prójimo, la generosidad y otros valores muestran, en la práctica, su adhesión a lo establecido o al sistema.

Hay guerras subterráneas dentro de un mundo espiritual, muy en boga, mal llamado de crecimiento, que de espiritual tiene poco y de crecimiento menos, puesto que, afortunadamente no en todos los casos, se compone de teorías que no se reflejan en la vida cotidiana porque de lo contrario el mundo no estaría como está. Guerras por ser (parecer) el más generoso, el más desinteresado: el más de lo más, y para ello se emplean las técnicas más descabelladas, absurdas, inmaduras e infantiles, las más despiadadas; todo ello, eso sí, encubierto de un raro sentido de la justicia, de defensa de derechos que, ateniéndose a lo que se consigue globalmente, ni se sabe cuáles son; al fin, teorías y más teorías, pero que desembocarían en hipotéticos resultados que, según va pasando el tiempo cada vez tardan más en producirse o no llegan nunca.

Y las costumbres se van relajando, permitiendo cosas antes inaceptables con la excusa de una evolución que no mejora lo pasado, ignorando que somos referentes para los que vienen detrás y que se van imponiendo y dando por buenas actitudes que en el fondo cualquier doctrina política, social o religiosa rechazaría por principio en su ideario.

Sí, cada cual elije su mundo, su energía, se mueve por donde quiere moverse (¿?), pero hay demasiadas actitudes institucionalizadas, demasiada mentira encubierta y disfrazada, y sin querer jamás ofender ni personalizar, sin querer que nadie se sienta aludido porque en lo que me estoy basando es en lo que yo percibo, hay dentro de mi una parte, que no me atrevería a calificar como conciencia por miedo a engrosar las filas del sinsentido y el despropósito, que se niega a aceptar muchas de las imposiciones que se califican como libertades…

Y al fin, lo que me va quedando, es la súplica interior, el procurar en la práctica luchar por que desaparezca de mi vida todo aquello que pretenda otra cosa que no sea dar un paseo por la existencia de manera amable, pacífica, haciendo lo posible por conseguir de este mundo un lugar mejor, más agradable, más justo, más equitativo, más bello en la medida que nos sea posible, sin grandes gestas ni actitudes heroicas, sólo formando parte de esa mayoría (que me temo que cada vez lo es menos) más o menos silenciosa, pero a ser posible consciente más allá de lo que se puede percibir, y de esta forma, como decía, sin actitudes que puedan pasar más que a la propia historia a ser posible desconocida en lo externo, poder llegar hasta donde lleguemos.

Eso es lo único que pretendo y desde luego, vivir mi propia vida, que tan propia es, como la de cada cual, y para mí sagrada, y viviendo sólo por vivir como yo entiendo, ocupar mi espacio y dejar lugar para todos, sin invadir, aunque sin levantar fronteras, bueno sí…

Con una única e inamovible premisa, la del respeto propio y ajeno