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lunes, 24 de enero de 2011

Paseando II


Algo nerviosa, cambié mi ropa por una especie de mono de color naranja metálico que estaba confeccionado con un tejido elástico que se adaptaba al cuerpo como la misma piel, un tejido que no se parecía en nada a cualquier otro que yo conociera; tomé en mis manos una especie de casco plateado del mismo tejido y salí al hangar donde DJ, acompañado de tres personas más con idéntica vestimenta a la mía, esperaban mi llegada…
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DJ me presentó a las tres personas: dos hombres, Will y Hondo, y una mujer, Celeste… Después de saludarles me interrogaron sobre mi procedencia, edad, ocupaciones y a continuación fui invitada a elegir un vehículo de los que allí se encontraban, así que, sin dudar un momento, escogí un platillo monoplaza que se desplazaba a una distancia de unos treinta cm del suelo y tenía una rotación en desplazamiento horizontal de 180º, según me explicaron…
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Todos los vehículos eran impresionantes, ligerísimos y como expliqué, de los más variados diseños, y luego estaba el tema del combustible; yo iba de sorpresa en sorpresa, y lo que más me extrañaba es que, a Will, Hondo y Celeste, parecía no sorprederles en absoluto.
La energía que consumían los vehículos, era… ¿Cómo podría explicarlo? ¡Producto de nuestras decisiones, de nuestro trabajo interno a través de los pensamientos que, inducidos por la voz de DJ, íbamos teniendo durante las carreras! ¿Alguien podría creerlo?
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Por indicación de DJ que era, el responsable directo de las cuatro personas que allí competíamos, nos colocamos los cascos a los que acopló una pequeña espiral dorada en la parte de la coronilla, unos guantes que había sobre el asiento de cada vehículo, que por lo que nos explicó nuestro supervisor llevaban unos sensores que, junto a la espiral del casco provisto de otros tantos sensores en su interior, emitían señales a una panel de reciclaje energético que había en el salpicadero del vehículo.
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¡A vuestros puestos! Exclamó DJ... Me senté en el asiento, sin tener ni idea de cómo debía conducir el platillo, pero enseguida aparecieron delante de mis dos palancas circulares con un pequeño letrero luminiscente en el centro de cada una: Coloque sus manos sin presionar, indicaba el letrero… Al hacerlo, los reposabrazos del asiento se elevaron hasta la altura de mis antebrazos, proporcionándome el suficiente apoyo como para mantener una posición cómoda.
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“Tranquilos”…, escuche a través de un altavoz que había sobre mi cabeza, era la voz de DJ, disfrutad del trayecto… Sentí una corriente de calma y empatía al escuchar su voz, y como por arte de magia, el vehículo empezó a desplazarse. Miré a derecha e izquierda y pude comprobar que mis compañeros también lo hacían, y cuando mi cabeza iba a empezar a hacer valoraciones o análisis de la situación, volví a escuchar la voz, esta vez dentro de mi cabeza, como si saliera del casco… “Lo que sabes es una gota de agua, lo que ignoras es el océano” Era una frase conocida pero, al escucharla, sentí como si esa afirmación pudiera ser el comienzo de algo nuevo y enriquecedor para mí.
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Mi mente y mi corazón se pusieron inmediatamente a trabajar y como por encanto, mi platillo dio un acelerón que, de no ir sujeta al asiento por un cinturón acolchado en forma de arnés, me hubiera hecho dar un bote considerable.
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A continuación una oleada de recuerdos de mi vida, siguiendo un orden cronológico, acudieron a mi memoria; y emociones de alegría, tristeza, indignación, arrepentimiento, empatía o compasión inundaban mi ánimo según de qué experiencia se tratara. La vivencia de todo ello como si sucediera en tiempo real, era tan fantástica como la velocidad que mi vehículo alcanzaba mientras que el panel de reciclaje cada vez se iluminaba con más intensidad.
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Pude comprobar. Asimismo, que cierto tipo de sentimientos provocaban que la velocidad del vehículo descendiera, por ejemplo cuando el recuerdo me condujo a un suceso de la infancia con el que me sentí presa de la injusticia y una oleada de rabia me invadió impidiéndome razonar y sacar conclusiones. En ese instante, mi vehículo se paró y pude comprobar que Will, Hondo y Celeste, seguían adelante…
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Dj se acercó a mí sonriendo… Bien, exclamó, por hoy es suficiente. No había terminado la frase cuando aparecieron mis compañeros súbitamente y uno por uno, me fueron abrazando y felicitándome por el éxito de mi carrera…
Una vez nos hubimos despedido, DJ, me pidió que me cambiara de ropa y después, tomándome con gentileza del brazo, me acompañó a la puerta. Al despedirse me dijo: Bien, Lucy, ya habrás adivinado que la competición no tiene nada que ver con tus compañeros sino contigo misma…
Volveremos a encontrarnos…
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Al salir a la calle, consulté el reloj y mi sorpresa fue tal que volví a quedarme paralizada en medio de la calle. ¡Era la mismísima hora que antes de entrar y llevar a cabo la experiencia! Confundida pero animada, empecé a caminar… Al ir a dar la vuelta a la esquina volví la cabeza, pero el muro ya no estaba… Se veía la avenida por la que había paseado siempre…
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Seguí caminando hasta llegar a mi casa…

10 comentarios:

Anca Balaj dijo...

Ah, esto se vuelve más interesante a cada párrafo. Espero que continúes pronto, amiga, ya sabes que no me sientan bien las esperasss.

Un beso grande

Anónimo dijo...

Chica, qué experiencia!. La lectura del relato , me ha sacado unos minutos de la realidad y me ha conducido directamente a la reflexión. Me encanta!
La otra vez, en la primera parte del mismo, hice una interpretación un poco personal de lo que querías expresar, pero como algo externo a mí. Te puedo asegurar que en esta segunda parte, me has colocado en la búqueda y la reflexión existencial y ,habitualmente necesito relajación y silencio para llegar a meditar.. Te parecerá una bobada, pero ha sido como atravesar la puerta de la ficción-meditación de la mano de tu relato, como en un cuento sufí.
Espero que sigas pronto con el escrito y , gracias por compartirlo con quienes tenemos la suerte de seguirte.
Besos de Nanita

Salomé dijo...

Es un relato muy interesante,refleja perfectamente lo mucho que ignoramos, por lo que nunca podremos afirmar o negar algo, sólo porque no lo conozcamos. Si se busca dentro de uno mismo se va encontrando una profundidad infinita e indefinida, pero que resulta ser pacificadora, relajante y sorprendente, una vez experimentada no quisiéramos salir de ella, y tampoco podremos llegar al final del relato, es posible que no exista un final, sino sólo un eterno principio al que yo le llamo Dios

ana dijo...

Precioso! Se podrían hacer diferentes interpretaciones...Yo me quedo, con que nuestro corazón nos guía e impulsa...
Besos de una admiradora ;)

luz dijo...

jeje, ya.., ami... La continuación la tengo, lo que no sé es cómo terminará. Dª Inspiración decidirá...

Besitosss

luz dijo...

Este relato, Nanita, es para que cada uno lo interprete como guste. Es más, hay veces, cuando voy publicando a golpe de pluma, o de tecla, que hasta me inspiráis, como es el caso..

Me alegra que te haya suscitado ese estado que describes

Besitosss

luz dijo...

Gracias Salomé.

Es cierto que sólo recorriendo el camino interior se contacta con la Esencia, o con Dios, como tú lo llamas. Ahí no necesitamos más que SER, ahí podemos llegar todos sin más requisitos que interiorizar

Un abrazo

luz dijo...

Muy buena opción, Asana. No hay mejor brújula que la de seguir el camino del corazón.

Besitosss

Una mirada... dijo...

Sin dudarlo: Un viaje de esas características no podría hacerse sin repostar en ese depósito interior que es el propio Yo.

luz dijo...

Sí, Una mirada. Creo que cualquier viaje, hasta los que parece que no son más que turismo, resulta que al final tienen un sendero interno, ya que no dejamos de ser quiénes somos aquí o Sebastopol, así que, con mayor motivo el que nos ocupa.

Un beso