Les había costado muchísimo tiempo y dinero llegar a levantar aquella casa, después fueron decorándola con esmero, llenándola de adornos de todos tipos; las paredes estaban llenas de pinturas, relojes de pie y pared, los muebles de adornos de cerámica, fotografías enmarcadas, flores artificiales. En las estanterías, libros de todos los géneros, plantas naturales, hornacinas con cristalería de la mejor y alfombras clásicas en los suelos.
Un día al levantarse tuvo una extraña sensación, algo así como de no caber en aquella casa a pesar que había mucho espacio, pero la sensación no era física… ¿Cómo cambiar todo aquello que tantos años, esfuerzo y dedicación les había costado? Estuvo varios días pensando mientras esa especie de ahogo iba en aumento a cada despertar. Al séptimo día tomó una decisión: Diariamente se desharía de una sola cosa, por orden desde la puerta de entrada a la última habitación.
Así lo hizo, y cada noche, cuando bajaba las bolsas de la basura a los contenedores, depositaba sobre la tapa del de color amarillo un objeto y se quedaba a cierta distancia observando qué ocurría. A los pocos segundos algún viandante se quedaba mirándolo y después lo tomaba en sus manos y se lo llevaba, lo que a ella le producía un gran alivio.
Así siguieron las cosas durante un tiempo, de forma que, cada noche cuando bajaba la basura y depositaba el objeto correspondiente, que a veces era de mayor tamaño del que admitía la tapa del contenedor, había un grupo de personas esperando a ver qué “regalo” aparecía en aquel lugar, incluso, en ocasiones, cuando salía del portal, había alguien que le decía: “Permítame, señora…” Y le llevaba la basura y el objeto hasta los contenedores para que no se molestara en salir a la calle.
Y fue al cabo de los dos años, cuando bajó con el último regalo; se trataba de un jarrón de cristal de bohemia al que, aquella misma tarde había añadido un ramo de margaritas frescas, símbolo de amistad… Al salir a la calle, el grupo de personas le saludaron y ella contestó añadiendo: Quiero despedirme de todos porque ya no bajaré más que a dejar la basura; ya no queda nada… La mayor parte de las personas dio media vuelta y se marchó murmurando que era una lástima, otros quejándose como si aquello se hubiera convertido en algo obligatorio, incluso alguna de ellas se giró y la preguntó: ¿No tendrá usted un cuchillo jamonero? O ¿No le sobrará un reloj de sobremesa en buen estado?, pero al negar ella con la cabeza, siguieron su camino sin más.
Un muchacho de unos treinta años, un anciano de aspecto señorial y una mujer de su edad aproximada, siguieron allí, sentados en un banco junto a los contenedores y al darse ella la vuelta hacia el portal de la casa, como cada noche, la saludaron despidiéndose y a continuación se levantaron y caminaron cada uno hacia diferente destino.
Aquel día bajó la basura como cada noche; no recordaba ya cuantos años hacía que esas tres personas la esperaban en aquel banco, incluso a veces, se sentaba con ellas y comentaban sobre la vida y las circunstancias de cada cual, después le daban las buenas noches al entrar en el portal y a continuación se marchaban cada una por un lado. En esta ocasión sólo estaban allí la mujer, el muchacho y un hombre de mediana edad a quien no conocía…
… Lógicamente, al echar en falta al anciano preguntó por él; el desconocido se levantó en ese momento y acercándose a ella le entregó un sobre, añadiendo: Soy un vecino de Emilio; murió esta mañana, pero antes de hacerlo me dejó esta carta para que se la trajera haciendo hincapié en que era muy importante que usted la recibiera, así que, atendiendo a su última voluntad, le hago entrega de ella.
Después de estar unos minutos en silencio junto a la mujer y al muchacho, recordando al amigo que se había marchado, se levantó y abrazando a los otros dos, entró en el portal de su casa (Continuará...)
5 comentarios:
Mi querida Lussss al ataque con uno de sus cuentos que me tienen en vilo mientras espero que llegue ese "continuará". Eso no se hace, con lo interesante que está el cuento. Si te retrasas, protestaré muy seriamente.
Besssitos y bessstias
Yo también, igual que aminúscula protestaré si no sigues rápido el relato....Ya sabes que me encantan.
Admiro tu ingenio.
Besos de Nanita- Sorella.(Aunque no te guste, tú me lo pusiste), eh?.
Ami, Nanita-sorella... ¡Allá voy! Aunque es más largo de lo que pensé en principio y quedan varias entregas...
Besitosss bestiasss a las dos
No, no es fácil desprenderse de aquello que hace famiiar y propio el entorno; hasta los objetos se humanizan...
Es cierto, Una mirada, incluso ocurre, que algo sin valor cobre un significado que hace que nos aferremos como si de un tesoro se tratase.
Besos
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