Tímidamente, con mano
temblorosa, dibujó una sonrisa en la
cara de todos los que se encontraban en la fotografía de la portada de aquel
diario; se negaba a adherirse a esa locura que todo lo envolvía con calificativos,
imágenes y afirmaciones que circulaban por todas partes y que estaba segura que inducían los estados de ánimo de todos los ciudadanos.
¿Por qué? Se preguntó una vez más…
Que los “Invisibles” querían
alegría y despreocupación… ¡¡¡Deportes a toda pastilla!!! Que ahora convenía
seriedad, pasmo absoluto y pasividad
provocada por la impotencia correspondiente… ¡Primas de Riesgo, Bolsas, Bancos,
Rescates y media vuelta al revés para
volver a ningún lugar!
Casi nadie sabía de qué iba la
cosa porque ya se encargaban “Los
Invisibles” de que no lo supieran. Tenía miedo de que cualquier día se dedicaran
a pintar lágrimas y preocupación en los
pocos que se habían librado hasta ese momento, estado que convertía a los
ciudadanos en seres vulnerables y por tanto manipulables y no había más que
empezar para que el estado, aunque inducido artificialmente, se extendiera
convirtiéndose en realidad.
Y no es ninguna tontería, pensó… A
ella se lo habían hecho y llevaba un año que no levantaba cabeza, pero desde
hace unos días en que descubrió que les había pasado a muchos ciudadanos por la misma
época como si de una plaga localizada se tratara, algo en su interior se había
activado, pero “ Los Invisibles” tenían mucho poder, mucho...
De hecho, los signos externos
iban sucediéndose hasta lograr, como si todo siguiera su rumbo sin más, que los
“lápices de colores” durmieran en los rincones… Todos iban recibiendo sin saber
cómo y cuál era su procedencia, “
lápices de grafito” con un escudo en un extremo que disimulaba en su interior
un chip muy extraño, porque cuanto más se hacía uso del mismo, más crecía el lapicero, siempre hasta un punto
determinado, claro… Y el escudo se iba
borrando mientras el chip se volvía
transparente desapareciendo y, simultáneamente, el dedo corazón, en su primera falange adquiriendo un extraño color violeta,
pero lo peor no era esto, sino que, paulatinamente, la gente iba cambiando, y
parecía que los ciudadanos estuvieran emocionalmente anestesiados.
Era tal la desidia imperante, que
parecía que nadie se diera cuenta de lo
que sucedía, pensó mientras se quitaba
el dedil de silicona del dedo medio de su mano derecha…
¿Hasta cuándo soportará el mundo
esta manipulación? Se dijo mientras soltaba con rabia el lápiz de grafito que
nunca se gastaba…
La respuesta no llegó con esta reflexión, como no había
llegado con otras muchas que precedían a ésta, quizá nunca llegara, quizá nada
cambiaría en mucho tiempo…
Entonces… ¿Todo era mentira?
¿En qué momento el ansia de poder
del ser humano había eliminado a la conciencia?
¿En qué momento, el libre
albedrío, se convirtió en un
arma que los Invisibles manejaban a su antojo?
¿En qué momento decidieron que en
el mundo habría seres humanos de primera, de segunda o esos otros a los que se
relegaba al olvido como si no existieran?
Llegada a ese punto de no retorno
en el que la mente se desquicia y elimina a la razón por no encontrar
respuestas, apagó las luces y se metió
en la cama, deseando que, al despertar, la luz del amanecer con todo su color, preñara su vida, su destino, su alma de
esperanza.
¿En qué momento? - ¿En qué
momento? - ¿En qué momento?
3 comentarios:
Pésimos tiempos hasta para los sueños, que internan a las personas durmientes en un laberinto de cristales cóncavos que presentan, con formas distorsionadas, todo aquello que existe al otro lado de los ojos apretados.
Pero cerca del engaño, la resignación y la apatía están, también, la rabia y la lucha, actitudes/sensaciones que despojan a la sinrazón de sus falsos atributos.
Nunca nada está perdido definitivamente mientras haya gargantas, manos y determinación.
Buenas noches, Luz.
P.S.- ¿Es tuya la ilustración?
Por fortuna, nos queda la palabra, Una Mirada, como diría el poeta, y también los sentimientos y actitudes a los que aludes.
Un beso
P.D. No es mía la ilustración.¡Ya me gustaría!
...las palabras son las poderosas pisadas que deja el pensamiento en los ojos, los oídos y el corazón de quienes las miran, escuchan y sienten. Algunas mantienen su eco ininterrumpidamente.
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