No me gustan las definiciones ni los encasillamientos, pero he de admitir que durante una gran época de mi vida milité activamente en las filas del ateísmo, gracias, y no lo digo con ironía, a mi educación católica. El ser atea, o mejor dicho, el pensar o vivir como tal, potenció en mí el interés por la búsqueda y el posterior encuentro con lo que actualmente me impulsa.
Seguramente, si hoy tuviera que definirme en ese aspecto o adscribir (aunque sería establecer límites que no contemplo) mis ideas a algún tipo de pensamiento, diría que estoy simplemente abierta a la vida y a todo lo que ella pueda aportarme, quizá se me podría tildar de panteísta con tintes de agnosticismo, aunque parezca un contrasentido, pero ¿por qué no?…
Pero de lo que hoy quería hablar es del ateísmo en sí, tan mal visto por todos aquellos que consideran que sin fe (de carácter religioso) no se puede vivir con coherencia y que aquellos que lo hacen son una especie de seres desarraigados, sin ilusión ni esperanza, sin valores dignos de tener en cuenta. Recuerdo que en el colegio de monjas en el que estudié, cuando querían resaltar la extrema maldad de alguien, lo calificaban de ateo, y si además era "rojo" (cosa que yo, en mi primera infancia, interpretaba de forma literal y no paraba de buscar, sin éxito, señores de color rojo por la calle), esto ya suponía el colmo de lo peor, vamos, un ser condenado sin remedio a los horribles fuegos infernales para toda la eternidad... (Qué mieeedoooo)
Pues bien, al margen de que hoy sea producto de aquello, creo que fue la época más enriquecedora de mi vida, la de una búsqueda más activa, más comprometida conmigo misma y con el resto de la existencia, en aquellos años se forjaron en mi cosas tan importantes como la flexibilidad, el respeto, el intentar comprender qué es lo que lleva a un ser humano a aferrarse a algo de lo que no sabe nada, simplemente por necesidad de trascendencia. Tanto es así, que cuando me encuentro con alguien que se autocalifica de ateo, sospecho en principio que, salvo excepciones, se trate de alguien con una riqueza interior digna de admiración y casi me dan ganas de felicitarlo…
Porque al ateísmo se llega a través de la religión, y de éste a la verdadera espiritualidad, sólo hay un paso.
Seguramente, si hoy tuviera que definirme en ese aspecto o adscribir (aunque sería establecer límites que no contemplo) mis ideas a algún tipo de pensamiento, diría que estoy simplemente abierta a la vida y a todo lo que ella pueda aportarme, quizá se me podría tildar de panteísta con tintes de agnosticismo, aunque parezca un contrasentido, pero ¿por qué no?…
Pero de lo que hoy quería hablar es del ateísmo en sí, tan mal visto por todos aquellos que consideran que sin fe (de carácter religioso) no se puede vivir con coherencia y que aquellos que lo hacen son una especie de seres desarraigados, sin ilusión ni esperanza, sin valores dignos de tener en cuenta. Recuerdo que en el colegio de monjas en el que estudié, cuando querían resaltar la extrema maldad de alguien, lo calificaban de ateo, y si además era "rojo" (cosa que yo, en mi primera infancia, interpretaba de forma literal y no paraba de buscar, sin éxito, señores de color rojo por la calle), esto ya suponía el colmo de lo peor, vamos, un ser condenado sin remedio a los horribles fuegos infernales para toda la eternidad... (Qué mieeedoooo)
Pues bien, al margen de que hoy sea producto de aquello, creo que fue la época más enriquecedora de mi vida, la de una búsqueda más activa, más comprometida conmigo misma y con el resto de la existencia, en aquellos años se forjaron en mi cosas tan importantes como la flexibilidad, el respeto, el intentar comprender qué es lo que lleva a un ser humano a aferrarse a algo de lo que no sabe nada, simplemente por necesidad de trascendencia. Tanto es así, que cuando me encuentro con alguien que se autocalifica de ateo, sospecho en principio que, salvo excepciones, se trate de alguien con una riqueza interior digna de admiración y casi me dan ganas de felicitarlo…
Porque al ateísmo se llega a través de la religión, y de éste a la verdadera espiritualidad, sólo hay un paso.
8 comentarios:
No sabes cómo de cierto siento lo que dices. Yo, por ejemplo, fui criada en el ateísmo (en mi infancia lo terrible era ser creyente, ya ves) y la verdad es que durante mucho tiempo he mantenido esta creencia atea. Sólo empezó a tambalearse cuando empecé a observar cosas inexplicables y maravillosas en mi vida.
El caso es que hace poco me regalaron una Biblia y, en esta búsqueda en la que siempre nos encontramos los que no hemos adoptado a ciegas ninguna religión limitada y limitadora, me la estoy leyendo. Conclusión: todavía no se en qué creo, pero desde luego, leyendo la Biblia, yo sé que no soy cristiana. Respeto a todos los que lo sean, pero para mi es un libro lleno de crueldad y de espanto, de odio y venganza y castigos a la desobediencia... pero desde luego no de amor. Hasta donde yo llevo leído, no he encontrado el amor y la bondad de ese Dios cristiano. Y no me atrae en absoluto adoptar una religión que me angustia en vez de darme paz. Y ya ves, a través de la Biblia descubro que no soy cristiana.
Un beso y feliz semana, llena de Luz
Estoy de acuerdo contigo, ami: E
specialmente en el Antigüo Testamento se presenta a un dios muy lejano, justiciero, sin un ápice de compasión y comprensión, carente de ese amor supremo del que hacen gala.
Cualquier religión limita, manipula, restringe la libertad de SER...
Desde mi punto de vista y con el mayor respeto por otras opiniones, sólo a través de la propia vida, de las experiencias que nos van llegando y en la medida en la que cada cual se implique y reconozca la trascendencia de aquello que experimenta, se puede llegar a comprender, a sentir, que existe una energía de la que todos participamos, que nos impulsa, que nos anima, pero siempre en nosotros mismos, en el mundo que vivimos, en lo sagrada que para mí es esa manifestación que se llama vida en la que participa todo lo que vibra en mayor o menor frecuencia, bien sea humano, animal, vegetal, o cualquier materia por densa que parezca...
Es bueno saber lo que no se es, o al menos dónde no se quiere estar ¿no te parece?
Muchos besitos, amiga
Me inclino por el apateísmo -la irrelevancia de la existencia o no existencia de supuestos "seres superiores"-. Evidentemente, los dioses patrocinados por las religiones al uso son "elementos" de épocas pasadas y, como tales, tienen esa impronta humana de crueldad, actitud dictatorial y una avanzada psicopatía que los invalidaría para ser tomados en serio a nada que los/las creyentes reflexionaran sobre los mandatos -que no enseñanzas- que se les atribuyen. El Antiguo Testamento, en el caso de la I. Católica, -como bien señala aminúscula- es la prueba fehaciente de la presentación de un Ser Supremo caprichoso, genocida y tarambana.
Hace muchos años, en un programa radiofónico, hablaba un ex-sacerdote que había sido jesuita durante..¡¡60 años!!. Contaba el buen señor que, un día, volvió a leer la Biblia tomando consciencia de cada palabra y cada acción reflejada, sintiéndose horrorizado. A raíz de aquello, tomó la decisión de abandonar sus creencias. Se presentó ante su superior y le dijo: "Si este Dios es mi Padre, a mí que me borre de la lista de sus hijos". Aún parece que escucho su voz.
Saludos.
...^^. Estoy de acuerdo contigo luz. Al ateismo se llega mediante la religion... y si es verdad que los ateos suelen respetar mas las creencias de los demas.. y la espiritualidad.
Se aprendde:)
un gran abrazo luz
linda semana^^
También coincido en tu opinión "Una mirada". Tu definición del dios de la biblia, me ha arrancado unas cuantas sonrisas, porque es cierto que se le presenta mucho más terrorífico que al ogro de los cuentos infantiles, de hecho, a mí me quitó muchas horas de sueño en mi infancia, queriendo hacerme una idea de su omnipresencia y todos los "omnis" que se le atribuían para limitar nuestro pensamiento, palabra y obra.
En fin, gracias a aquella experiencia he llegado al punto en el que me encuentro en la actualidad.
Muchos nos hemos borrado de esa "lista" de hijos del dios bíblico, pero hacerlo después de 60años de sacerdocio, tiene su mérito; creo que ese señor se iluminó, tuvo un satori que dirían los budistas.
Un abrazo
Lo que sí es cierto, LEO, es que, desde una espiritualidad libre, o desde el ateísmo,¿por qué no? se ven las cosas desde una perspectiva mucho más amplia, sin limitaciones impuestas por determinadas jerarquías a quien no interesa que el ser humano sea libre, porque no se puede manejar a quien piensa y actúa por sí mismo.
Otro abrazo muy grande para tí
Bueno, Luz, es que el omnipresente bíblico deja pequeños a todos los genocidas que en el planeta hayan sido o puedan ser. Y sus representantes terrenales han demostrado, a lo largo de los siglos, ser aventajados alumnos del enfermo mental que crearon.
Las religiones -en general- tienen una querencia por el derramamiento de la sangre ajena que espanta. Ello no implica que individuos ateos no hayan cometido atrocidades, porque, ciertamente, quienes desprecian al prójimo no necesitan excusas en forma de deidades para mostrar su falta de escrúpulos. Las creencias o la ausencia de las mismas no hacen a los seres humanos mejores ni peores, sino sus acciones u omisiones. Por eso mismo jamás he compartido esa teoría que argumenta que "todas las ideas son respetables". Ítem más, algunas son atrozmente repugnantes.
Abrazos.
Claro, "Una mirada, ni todas las ideas son respetables ni todos los ateos o creyentes poseen cualidades inherentes al hecho de ser una u otra cosa; la calidad humana se posee o no, y esto lo demuestran los hechos...
Es cierto, no se puede generalizar.
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