Mientras leía el epílogo de su libro con ganas de terminarlo para irse a la cama, el reloj de pared acabó de dar las 12 campanadas correspondientes al fin del hoy y el comienzo del mañana. Al segundo siguiente, sonó el timbre de la puerta y ella se sobresaltó, exclamando entre dientes:¿Quién demonios llamará a estas horas?
Se asomó a la mirilla y como si quien se encontraba al otro lado la hubiera visto, escuchó una voz algo metálica: “¿Es usted L.P?. Sí, contestó: ¿Qué desea?
¿Puede abrirme, por favor? Pues, mire, respondió ella: Es que no son horas y no estoy presentable. Sólo serán unos minutos contestó su interlocutor. Vuelva mañana añadió L.P. Y se retiró sin más, hacia la salita en la que había abandonado la lectura que tenía entre manos antes de la llamada.
Cuando estaba a mitad de camino, oyó el timbre del teléfono… ¡Vaya nochecita! Exclamó en alta voz… La puerta, el teléfono…¿ Síiii? Oigaaa, (La mismísima voz de la puerta…) Me parece muy bien que tome sus precauciones a estas horas del día, pero es usted la que quería vernos; al menos, así nos consta en nuestro tablet de entregas…
Por favor, añadió… Ya que nos hemos desplazado hasta aquí, al menos podría atendernos. Mañana quizá sea tarde …
¡Pero bueno! ¡Me puede decir de qué se trata? Yo no recuerdo haber llamado a nadie.
¿Quién es usted? ¿Una entrega a estas horas de la madrugada?
Oiga señora atendemos un servicio de 24 horas, y yo sólo soy un “mandao“, un mensajero de los de arriba…
¿De los de arriba? Para empezar no hay nadie arriba…
Mire, si le parece, le dijo el hombre sin hacer caso de la apreciación, yo les digo a los jefes que usted no ha querido atendernos… Sepa, usted, que yo no tengo ningún interés personal ¿Eh? A mí me pagan el desplazamiento, y aquí paz y después gloria…”
Ella, con la curiosidad picada por tanto despropósito, tomó un bastón de escalada de su difunto padre que era lo único que tenía a mano en un paragüero situado al lado de la puerta y mientras pensaba qué diantres haría con el bastón si alguien la atacaba, casi sin pensar, entreabrió la puerta después de haber colocado la cadena de seguridad…
Vamos, déjenos pasar, que está nevando y no llevamos paraguas ni ropa de abrigo… Eran dos los hombres que se encontraban al otro lado de la puerta… Ella los miró y aún le pareció más extraña la situación… Con la que estaba cayendo y ambos iban vestidos con un smoking blanco, sin un abrigo y sin nada…
¿Pero: quién es, niña? La voz provenía del otro extremo de la casa.
¡Lo que faltaba! Dijo ella levantando la mirada… Nadie, mamá, bueno… Una entrega… Sin pasar ni una décimas de segundo, la madre, que aparece en camisón con una redecilla de esas de conservar el peinado y con un bastón en su mano derecha… Mamá, por favor: Vuelve a tu habitación, que parecemos legionarias del Ejército de Salvación con esta pinta…
¡Pero hija!… La mujer, haciendo caso omiso de la indicación se quedó mirando la escena con cara de espanto.
Al final, con gesto preocupado, quitó la cadena, abrió la puerta y franqueó la entrada a los desconocidos. Bueno, dijo mientras entraban: “Aunque no tienen ninguna pinta de mensajeros…” ¡Señora!, respondió el que iba en primer lugar: “La Empresa que nos contrata es la más importante de la Galaxia” ¡Pero qué Empresa ni qué Galaxia…! ¡Esto no puede ser real! …Comenzó a responder L.P. mientras, algo temblorosa, sujetaba el bastón de escalada por si tenía que atizarles…
Tranquila, señora… Deje usted el bastón que puede ocurrir un accidente, que de eso nadie está libre… ¡Pues vaya pincho que lleva en el extremo!, añadió el más callado de los dos Y siguió… Si te digo que esto tiene un peligro… Que no sé si no merecerá la pena cambiarnos al turno de día. Que uno ya está un poco al cabo de la calle de todo, pero esto es muy fuerte…
Mientras tanto, el otro, con el tablet en la mano volvió a preguntar: “Es usted L.P?” (Continuará...)
Se asomó a la mirilla y como si quien se encontraba al otro lado la hubiera visto, escuchó una voz algo metálica: “¿Es usted L.P?. Sí, contestó: ¿Qué desea?
¿Puede abrirme, por favor? Pues, mire, respondió ella: Es que no son horas y no estoy presentable. Sólo serán unos minutos contestó su interlocutor. Vuelva mañana añadió L.P. Y se retiró sin más, hacia la salita en la que había abandonado la lectura que tenía entre manos antes de la llamada.
Cuando estaba a mitad de camino, oyó el timbre del teléfono… ¡Vaya nochecita! Exclamó en alta voz… La puerta, el teléfono…¿ Síiii? Oigaaa, (La mismísima voz de la puerta…) Me parece muy bien que tome sus precauciones a estas horas del día, pero es usted la que quería vernos; al menos, así nos consta en nuestro tablet de entregas…
Por favor, añadió… Ya que nos hemos desplazado hasta aquí, al menos podría atendernos. Mañana quizá sea tarde …
¡Pero bueno! ¡Me puede decir de qué se trata? Yo no recuerdo haber llamado a nadie.
¿Quién es usted? ¿Una entrega a estas horas de la madrugada?
Oiga señora atendemos un servicio de 24 horas, y yo sólo soy un “mandao“, un mensajero de los de arriba…
¿De los de arriba? Para empezar no hay nadie arriba…
Mire, si le parece, le dijo el hombre sin hacer caso de la apreciación, yo les digo a los jefes que usted no ha querido atendernos… Sepa, usted, que yo no tengo ningún interés personal ¿Eh? A mí me pagan el desplazamiento, y aquí paz y después gloria…”
Ella, con la curiosidad picada por tanto despropósito, tomó un bastón de escalada de su difunto padre que era lo único que tenía a mano en un paragüero situado al lado de la puerta y mientras pensaba qué diantres haría con el bastón si alguien la atacaba, casi sin pensar, entreabrió la puerta después de haber colocado la cadena de seguridad…
Vamos, déjenos pasar, que está nevando y no llevamos paraguas ni ropa de abrigo… Eran dos los hombres que se encontraban al otro lado de la puerta… Ella los miró y aún le pareció más extraña la situación… Con la que estaba cayendo y ambos iban vestidos con un smoking blanco, sin un abrigo y sin nada…
¿Pero: quién es, niña? La voz provenía del otro extremo de la casa.
¡Lo que faltaba! Dijo ella levantando la mirada… Nadie, mamá, bueno… Una entrega… Sin pasar ni una décimas de segundo, la madre, que aparece en camisón con una redecilla de esas de conservar el peinado y con un bastón en su mano derecha… Mamá, por favor: Vuelve a tu habitación, que parecemos legionarias del Ejército de Salvación con esta pinta…
¡Pero hija!… La mujer, haciendo caso omiso de la indicación se quedó mirando la escena con cara de espanto.
Al final, con gesto preocupado, quitó la cadena, abrió la puerta y franqueó la entrada a los desconocidos. Bueno, dijo mientras entraban: “Aunque no tienen ninguna pinta de mensajeros…” ¡Señora!, respondió el que iba en primer lugar: “La Empresa que nos contrata es la más importante de la Galaxia” ¡Pero qué Empresa ni qué Galaxia…! ¡Esto no puede ser real! …Comenzó a responder L.P. mientras, algo temblorosa, sujetaba el bastón de escalada por si tenía que atizarles…
Tranquila, señora… Deje usted el bastón que puede ocurrir un accidente, que de eso nadie está libre… ¡Pues vaya pincho que lleva en el extremo!, añadió el más callado de los dos Y siguió… Si te digo que esto tiene un peligro… Que no sé si no merecerá la pena cambiarnos al turno de día. Que uno ya está un poco al cabo de la calle de todo, pero esto es muy fuerte…
Mientras tanto, el otro, con el tablet en la mano volvió a preguntar: “Es usted L.P?” (Continuará...)
4 comentarios:
Promete este nuevo fascículo visual...
¡Una visita en la hora bruja! Ya estoy deseando leer la siguiente entrega.
Un abrazo impaciente.
Madre mía... ¿qué habrá pedido L.P.? De todos modos, pedir, que pida, pero que te lo entreguen a esas horas... Vale que es la empresa más importante de la Galaxia, pero a ver, que no es plan ir asustando a la gente. Seguro que más de uno se ha quedado sin recibir lo que ha pedido por las horas intempestivas. Esto, el horario de entrega, lo explica todo.
Besitossss
Guapa!, me parece hasta reconocer el bastón de escalada y el camisón del ejército de salvación....
Espero con verdadera expectación la continuación del relato que , como sabes, puede ser tan real como la vida misma. Creo que el paragüero está donde debe estar....
Para la próxima te regalo un palo de beisbol, aunque seguramente no te vá a hacer falta en la Galaxia.
Abrazos, Nanita.
Vaya, vaya Luz...No nos dejes así!!! Maravillosa narración...sigue, sigue!. Un abrazo
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