
En el mundo físico, el norte es siempre el norte y saberlo, indica dónde se encuentran las otras direcciones para poder orientarse. En el mundo interior la dirección no la marcan las coordenadas físicas y por lo tanto hemos de atender a otros criterios.
¿Qué puede delimitar o decidir entonces la dirección que se adopta? ¡La brújula interior! Y resulta que aquí priman otros valores y el norte se decide a través de los sentimientos, de la experiencia, de lo que personalmente nos nutre, pero no sólo a nivel personal porque vivimos en un mundo que participa de nuestros actos.
Lo que uno entiende como conveniente ha de medirse por coordenadas diferentes a las físicas o materiales, renunciar a lo puramente personal, a lo que podría parecer evidente ¡Tantas veces hay que debatirse entre lo que nos gustaría y lo que debe ser! Tantas veces abandonar caminos fáciles, sin considerar si el decidir otros rumbos es lo más acertado… ¿Y si luego descubrimos que nos equivocamos?
¡El riesgo de vivir!
¿Qué puede delimitar o decidir entonces la dirección que se adopta? ¡La brújula interior! Y resulta que aquí priman otros valores y el norte se decide a través de los sentimientos, de la experiencia, de lo que personalmente nos nutre, pero no sólo a nivel personal porque vivimos en un mundo que participa de nuestros actos.
Lo que uno entiende como conveniente ha de medirse por coordenadas diferentes a las físicas o materiales, renunciar a lo puramente personal, a lo que podría parecer evidente ¡Tantas veces hay que debatirse entre lo que nos gustaría y lo que debe ser! Tantas veces abandonar caminos fáciles, sin considerar si el decidir otros rumbos es lo más acertado… ¿Y si luego descubrimos que nos equivocamos?
¡El riesgo de vivir!