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sábado, 28 de febrero de 2009

Locuras de una unidad de "inteligencia natural"


A veces, analizando a dónde ha llegado el ser humano, tecnológica y científicamente hablando, me da la sensación de que la evolución sufre un serio desequilibrio a nivel puramente humano y espiritual. Sospecho que, si nuestra evolución no hubiera estado mediatizada por la competencia, por el deseo de ser más a nivel material, por el ansia de ocupar un lugar por delante o por encima de, en otras palabras por lograr el poder, ese algo engañoso que nos enloquece, haciéndonos sentir (aunque sea temporalmente) que no tenemos límites, hubiéramos llegado a establecer el contacto y a finalizar con la separación que existe entre mente o ego y espíritu.

No digo que no podamos hacerlo puesto que la vida nos da los medios para despertar y eliminar la separación, esa dualidad que nos hace transitar senderos de dolor, insatisfacción permanente, que nos lleva a repetir errores a pesar de la claridad de los mensajes que nos transmite la experiencia…

Es sólo cuestión de ver más allá de lo evidente, de contemplar la vida con los ojos del alma…

Hace poco leí un artículo sobre la inteligencia artificial que sostenía la teoría de que a un ordenador, o a una unidad informática, sólo le faltaba tener conciencia de sí mismo para superar al ser humano, ya que a nivel de conocimiento teórico nos superan con mucho, pues no hay cerebro humano capaz de alojar toda la información que puede contener uno artificial, aunque la misma se la hayamos facilitado nosotros mismos….

Dentro de una cualquiera de estas unidades, se aloja información sobre todos los ámbitos del conociminto humano, sobre la mente y su estructura, la materia, el espíritu, la naturaleza, todo lo que abarca la cultura, lo positivo y negativo de la vida en este planeta y hasta fuera de él; la cuestión estriba en que información no es sentimiento, no es experimentación, no es vida en sí misma sino pura teoría…

Falta conciencia y consciencia…

Falta calor...
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Falta latido..
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Falta SER…
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FALTA AMOR...
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La evolución a todos los niveles parece que ha seguido el proceso inverso: vida, desarrollo, conocimiento, conciencia y consciencia…

¿Y si el proceso se invirtiera?

Y…¿ Si el orden de los factores alterase el producto?

A pesar de todo… Sigo con el alma henchida de esperanza, de ilusión…

Porque hoy ha amanecido y como siempre, he sentido que la vida comenzaba

Con todas las posibilidades…

domingo, 22 de febrero de 2009

Madurez... HOY


HOY, llegado ya el otoño de mi vida, aunque el pasado sólo exista como parte del equipaje que me ha conducido al presente, me siento agradecida a algo a lo que no podría poner nombre, aunque tenga muchos, algo que me ha acompañado durante mi más de medio siglo de vida, en esta experiencia única que ha sido este viaje que comencé hace tantos años…

Alguien más joven me ha preguntado qué se siente cuando la vida va pasando (vamos a traducir por “cuando te haces vieja” para ser más exactos, je,je)… He afirmado tajantemente que el viaje no me ha cansado, que he trabajado lo que he podido, que me he equivocado en multitud de ocasiones, y he aprendido de ello, y reconozco también los aciertos que han llegado a través de esas experiencias que en su día pude calificar de negativas y que sumo a lo positivo, a mis creencias, que es en lo que se convierte todo cuando llega el momento…

He sido feliz, he sufrido, he amado en todos los aspectos… En el de pareja, he sido amada y he correspondido en unas cuantas ocasiones, cosa que agradezco enormemente porque, el coincidir con alguien tanto a nivel físico como anímico o espiritual, aunque sólo sea un instante en la vida constituye una experiencia única, y los finales, que han existido, nunca los he guardado en el baúl de los fracasos, sino que he procurado olvidarlos, o mejor, olvidar sus causas, dejando atrás rencores y acogiendo en mí la experiencia, pudiendo de esta forma, guardar en lo profundo del alma esos momentos que constituyen uno de los muchos tesoros que guardo en ese “rincón”.

Muchísimas experiencias más han integrado mi vida y configurado mi camino…

Y hoy, como decía, doy gracias por la juventud perdida, por la belleza física que quedó atrás dejando sólo su luz y valoro sin reservas el momento que vivo, momento que no cambiaría de poder hacerlo, por nada ni por nadie, por la paz y el equilibrio que me ha aportado, que constituyen el para qué del que tantas veces hablo…

Y HOY tengo que modificar las palabras del poeta…

Madurez, divino tesoro…

… Que te alojas en mi alma embelleciendo y haciendo buena la pasada juventud …

… Gracias por llegar a mi vida…

sábado, 21 de febrero de 2009

Creencias, doctrinas, experiencias...


Todos tenemos creencias, pero, personalmente no considero creencias a aquello que me llega a través de la experiencia ajena, eso, más bien serían ejemplos, sino a los hechos que personalmente vivo y he vivido y me transmiten una enseñanza que me resulta válida a lo largo de mi recorrido por este mundo, aunque reconozco que existen vidas ejemplares en toda la historia de la humanidad, personajes (no siempre conocidos) de una importancia imposible de ignorar, a los que admiro y cuyos actos producen en mí esa resonancia interior que me conduce a una reflexión profunda y el encuentro con la posibilidad de lo que podría llegar a ser mi propia experiencia.

A lo que me refiero es a que nunca me dejaría guiar por una doctrina dogmática, sea de la naturaleza que sea, que lo que realmente provoca es la anulación de la capacidad y la libertad de la propia experiencia y por lo tanto de una opinión basada en hechos vividos.

Lo divino o la energía sutil, dios o como cada cual prefiera, aquello que hace que la vida exista, que los seres vivos seamos un conjunto de cuerpo, mente y espíritu y no hablo en términos cartesianos, ya que creo firmemente que somos un todo individualmente, un universo en todos los aspectos de nosotros mismos y a la vez una parte de la totalidad, por poner un nombre a aquello que transciende a lo aparente o lo que se puede percibir con los sentidos, y esa “totalidad/divinidad” no es algo que se pueda buscar en un lugar u otro; no está para que lo encontremos sino para experimentarlo a través de la vida y hacer de esa experiencia nuestra verdad, la de cada cual, coincida o no con las de otros...

Pienso que a la verdad le ocurre lo mismo que a la energía, que ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma… Y dentro de la propia verdad no solamente caben conceptos de tipo espiritual; caben acciones, emociones, sentimientos, pensamientos. Cabe todo aquello que nos define como seres vivos, pero (repito) a través de la experiencia, ya que aquello que somos por definición, nunca llegará a convertirse en cierto (individualmente) si no hay una experiencia que nos lleve a constatarlo porque no existe aquello que desconocemos y lógicamente hablo de existencia en el sentido empírico para poder llegar a ser quienes somos…
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Aunque lo importante es el proceso, el camino, o más bien, los pasos que damos que convierten nuestro universo en eso, precisamente, algo nuestro, permitiéndonos ser quienes somos

miércoles, 18 de febrero de 2009

Caminar por la vida


Eterno nómada, incansable caminante…

Viajero sin fronteras que limiten tu mirada…

Planeando eternamente por un cielo luminoso,

Por los senderos del alma.

Un preludio…

Mil vidas atesoradas en la memoria del alma

Sin metas, sin equipaje

Un adagio…

Breve encuentro entre el alfa y el omega,

Sólo un paso los separa

El crepúsculo que ofrenda su muerte al alba

Y el réquiem tan esperado…

Puerta abierta a un nuevo día,

Un instante,

una palabra…

sábado, 14 de febrero de 2009

Según lo deseemos



Insistiendo en lo que hace poco comentábamos sobre que la verdadera meta del ser humano es el propio camino que nos hace aprender de nuestros aciertos y errores, con la posibilidad de contemplar y disfrutar ese paisaje intermedio tan intensamente como cada cual desee, pudiendo evolucionar y transformarnos en la medida en que nos impliquemos en ese maravilloso viaje de la vida, tan extraordinario, que cada cual realiza el suyo propio diferente al del resto, una aventura incomparable o simplemente algo por lo que pasamos sin más, cumpliendo una serie de funciones biológicas para lo cual estamos preparados de origen…

Según elijamos…

Hoy me he encontrado con un cuento que resulta muy ilustrativo sobre este tema y lo transcribo a continuación para que, quien así lo desee, disfrute y pueda reflexionar con su contenido.


“Rabindranath Tagore, el poeta, había estado buscando a Dios durante millones de vidas. Le había visto algunas veces, a lo lejos, cerca de una estrella, y empezaba a ir en esa dirección, pero cuando llegaba a la estrella, Dios se había ido a otra parte. Pero él siguió buscando y buscando —estaba determinado a buscar el hogar de Dios— y la sorpresa de sorpresas fue que un día llegó a una casa en cuya puerta estaba escrito: «Casa de Dios».

Imagina su éxtasis, comprende su alegría. Subió corriendo las escaleras y estaba a punto de llamar a la puerta cuando su mano se quedó congelada de repente. Había tenido una idea: «Si por causalidad ésta es la verdadera casa de Dios, entonces ya he acabado, mi búsqueda se ha acabado. He llegado a identificarme con mi búsqueda, no sé hacer otra cosa. Si se abre la puerta y encuentro a Dios, la búsqueda se acaba.

¿Y entonces qué?
Empezó a temblar de miedo, se quitó los zapatos y descendió los preciosos escalones de mármol. Tenía miedo de que Dios pudiera abrir la puerta aunque él no había llamado. Y a continuación se puso a correr tan rápido como nunca antes. Pensaba que había corrido detrás de Dios todo lo rápido que podía, pero ese día corrió como nunca, sin mirar atrás.

«Sigo buscando a Dios, afirmaba el poeta. Sé dónde está su casa, por eso la evito y busco por otros lugares. El desafío es muy grande, la emoción es muy grande, y mientras busco sigo existiendo. Dios es un peligro: seré aniquilado. Pero ahora ni siquiera temo a Dios, porque sé dónde vive. Por eso, evitando su casa, sigo buscándolo por el universo. Y en lo más profundo de mí sé que no busco a Dios; mi búsqueda es para nutrir mi ego».

Normalmente a Rabindranath Tagore no se le suele asociar con la religión. Pero sólo un hombre con una tremenda experiencia religiosa puede escribir unos poemas como los que escribió. No es poesía ordinaria, contiene una gran verdad.

La situación es ésta: la dicha no te permite existir; tienes que desaparecer. Por eso no se ve mucha gente dichosa por el mundo. La desgracia nutre tu ego, por eso se ve a tanta gente desgraciada en el mundo.

El punto básico y central es el ego. Para la realización de la verdad última tienes que pagar el precio, y el precio no es otro que abandonar el ego. Por eso, cuando llegue el momento, no lo dudes. Desaparece danzando... con una gran risa, desaparece; con canciones en tus labios, desaparece”.

Desaparecer como individuos, más allá del ego, es lo que nos hace integrarnos en la totalidad, formar parte de la energìa divina, Ser...

Porque Dios no existe, no es un ente con personalidad propia, no se le puede buscar aisladamente, aunque integre todo lo que Es en la existencia, lo que vibra, lo que vive...

Somos en la existencia, ni más allá ni más acá...

lunes, 9 de febrero de 2009

Pensamientos inconexos


A lo largo de la vida, a veces, erré en la elección de mis pasos, tomé un camino cuando debería haber elegido otro, y esto ha tenido sus consecuencias, aunque haya aprendido del error…

¿Sabes que "pecado" significa error? Luego pequé y pude ver, más tarde, que podía haber dañado a otros, en ocasiones a personas que ni siquiera sabía que existían, porque alguien ocupa un lugar en tu vida desde el momento en que sabes de su existencia; hasta entonces no es ni siquiera un desconocido…

Y te pido disculpas si eres uno de ellos…

Dicen que nos llega lo necesario para nuestro aprendizaje, y debe ser cierto, pero también lo es que cada paso requiere una elección, una decisión, un acto de voluntad, los acontecimientos no funcionan de manera independiente, no tienen vida en sí mismos aunque la generen y para esto hay que detenerse, valorar, sopesar, y no me refiero a hacer análisis exhaustivos que no conducen más que a la confusión.

Pararse y contemplar aquello que existe más allá de lo aparente, escuchar el silencio y saber que del mismo surge una melodía…

Mi propia melodía

Y vivir…

domingo, 8 de febrero de 2009

La niña que soy... (Un paseo por mi infancia)




Siempre he pensado que la infancia es la mejor época de la vida, una época absolutamente sagrada, porque, además de ser una sucesión de descubrimientos con la sorpresa, la ilusión, la alegría, la imaginación, añadidas a todo ello, es la época en la que tanto nuestra mente como nuestro cuerpo, carecen de contaminación, y por desgracia, el sistema con la mal llamada educación, se encarga de que toda la frescura, la inocencia, las ganas de Ser sin más planteamientos, vayan escondiéndose, cercenándose, limitándose…

Un día, antes o después, se es consciente de todo lo que se ha perdido y puede ser a través de una tristeza que no se identifica con un hecho concreto sino con una sensación de hastío, con un no saber en qué punto del camino nos encontramos, y el origen de todo esto puede que no se reconozca, pero es posible que pueda encontrarse en puntos de nuestra vida que ni siquiera recordemos conscientemente

Esta especie de cuento que he escrito a continuación, no es más que la transcripción de sensaciones propias, el contacto con aquella que reside en lo profundo de mi misma.

Ayer salimos a pasear por el campo de girasoles. Atardecía y tú, agarrándote fuertemente a mi mano, dabas saltitos… De vez en cuando me mirabas y sonreías; yo acariciaba tu pelo rubio con ese remolino en la coronilla imposible de peinar…

Para mí pasear a tu lado es una de las cosas más divertidas, me dijiste mientras te parabas a beber agua del arroyo que, reflejando el sol poniente, había adquirido tintes anaranjados. Cuéntame otra vez esa historia de la niña que viajaba en una barca para encontrar la isla plateada del horizonte…

¿Otra veeez? Te decía como si ya estuviera cansada de repetirlo, pero me encantaba ver cómo abrías los ojos mientras yo, lentamente, intentaba acordarme de lo que ayer te había contado, porque a ti no te gustaban los cuentos clásicos; tu mamá te los había contado muchísimas veces, y afirmabas, con tu lenguaje infantil que los míos eran “más de verdad...”.

Yo sólo te contaba recuerdos, recuerdos de mis fantasías de niña, más o menos de cuando tenía tu edad y quería apartarme de una realidad que me aburría, y me inventaba otra vida con personajes divertidos, donde no existían brujas, ogros ni hombres del saco, sino gente normal, eso sí, personas a las que ocurrían cosas sorprendentes como poder volar subidos en nubes de colores, o con un movimiento simple, haciendo un leve giro de muñeca en el aire, podían transformar la luna en un sol radiante, simplemente porque el día era más adecuado para viajar volando por el aire y ver con claridad el paisaje, o cambiar, a voluntad, el curso de un río para llevarlo hasta el lejano desierto donde una caravana de nómadas miraban suplicantes al cielo abrasador esperando una gota de agua…

Tú sabes bien, pequeña, que en el corazón de un niño caben todas las realidades, los hechos posibles y los imposibles… Los límites van apareciendo a medida que aprendemos otras cosas…

Mientras la noche iba cayendo y las aves regresaban a sus casas para descansar, me preguntabas si mañana te llamaría para volver a vernos, y yo te prometía que sí, que ya nunca más olvidaría hacerlo, y sentía una sensación cálida al afirmarlo mientras tú te disolvías camino de mi corazón donde siempre habitaste y no sólo en tiempo real… Hoy te prometo no volver a olvidarte/me…

No tienes que hacer nada para ser como yo, pequeña….

Sólo dejarme ser tú…