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domingo, 28 de noviembre de 2010

Vivir por vivir


No, no quiero terminar el día, aunque ya es mañana e irme -hoy- a dormir… Dentro de un rato amanecerá como cada amanecer y la vida se sucederá a sí misma con lo que corresponda vivir en ese momento que, como aún no existe, no necesito conocer su contenido…

Pero sí, me encuentro feliz… Con motivos o sin ellos, aunque digan que todo es el efecto de una causa, y aunque no me preocupe en este momento cuál sería, si es que existiera, la causa concreta generadora de este efecto. Si la buscara, saldría de este estado, me trasladaría al pasado; moriría o mataría este instante, que parece que se extendiera en la flexibilidad del no tiempo, en la eternidad del presente continuo no sujeto a medidas.

Paz

Calma

Felicidad

Plenitud

Soledad llena, más allá de mi identidad, más allá de todo lo que me rodea, más allá de pasado y futuro…

Y sintiendo lo que siento parece que aquello a lo que me he dedicado hoy-ya ayer-: Vivir el instante, disfrutar de cada pequeño detalle, en un día en el que no he salido, no he comprado, no he hecho nada especial más alla de…

...Vivir por vivir...

Quizá sea ésa y no otra la causa,

quizá no exista causa alguna...
***
¿Por qué habría de existir?

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¡Carta Blanca al Destino!


¿Por qué consideramos que pasamos malas épocas o periodos negativos de nuestra vida cuando las cosas no salen como nosotros, mentalmente nos proponemos o proyectamos?

Suele pensarse que todo va bien cuando en nuestra vida no existe lo que calificamos de situaciones adversas, problemas, contratiempos, circunstancias que nos alteren anímica o emocionalmente… Así que, si esto último ocurre, nos encomendamos (según las creencias de cada cual) a la fortuna, al santo de turno o a esa energía que nos tranquiliza poniendo como premisa que la solución ha de ser X… Para conseguirlo, algunos rezan, otros ponen toda su fuerza mental en lo que desean conseguir y muy pocos, esto suele aprenderse a base de tropezones, desean que ocurra lo mejor para el propio desarrollo o aprendizaje, dejando en manos del destino la solución y prestando atención a lo que va ocurriendo, a como se desarrollan los hechos y reconociendo que no siempre la solución pasa por que todo se facilite de forma que no haya que sufrir ni que esforzarse o que desaparezca aquello que nos está alterando.

Apoyando esta "ley del mínimo esfuerzo o de la tontería borreguil", se han puesto muy de moda esas técnicas que prometen que a través de su práctica se consigue todo cuanto se desee, bien sea abundancia material, amor, trabajo, salud y que Fulanito, el inventor de turno de dicha técnica comprobó en sus propias carnes, consiguiendo el oro y el moro… Y repito la misma pregunta ¿Por qué todas estas u otras tantas “bendiciones” han de producirse en el momento que a nosotros nos convenga? No está mal el deseo de la felicidad, de hecho es recomendable buscarla y mantener una actitud abierta y positiva, pero el pretender que lo mejor que pueda ocurrirnos sólo abarque el mundo de lo que se considera (“ahora sí- ahora no, ahora sí- ahora no”…) “positivo” que nos llegará a través de esos deseos mantenidos o súplicas repetitivas, es mucho suponer…

Puede que en determinados momentos, no sea lo que más conviene puesto que venimos a este mundo para aprender y hay diferentes formas de hacerlo y una de ellas es llegar a valorar lo que tenemos o lo que perdemos si no somos capaces de hacerlo.

Así que, si de verdad queremos vivir una experiencia real porque sea la que nos corresponda y poder gozar de una vida plena…

¡Carta blanca al destino!

lunes, 22 de noviembre de 2010

LIBRE (El tren de la vida)


No siempre las cosas son lo que parecen o suceden tal como se espera, de modo que llegado al punto en el que se encontraba y aunque en principio se sorprendiera, no sin cierto dolor, por esa ausencia inesperada, decidió continuar sin hacerse preguntas o sentirse traicionado, a pesar de que por un corto intervalo de tiempo, sólo los instantes que tardó en decidir tomar el tren prescindiendo de la compañía, no pudiera evitar que alguna lágrima se deslizara por sus mejillas.

Aún así, volvió a mirar hacia el control de equipajes por si aparecía en el último momento, a continuación echó un vistazo al móvil y siguió adelante sin dudar…

Ya acomodado dentro del tren, cerró los ojos, respiró hondo y sintió que una ráfaga de ilusión le invadía por completo: Ya no esperaba nada...
*
¡Qué curioso! Se sentía completamente libre, pensando mientras disfrutaba de esa sensación, que no hacía más que un momento se había sentido casi decepcionado, abandonado por la ausencia de quien durante tanto tiempo estuvo a su lado, pero al decidir no detenerse, al no querer iniciar el proceso de lamentaciones que su ego le proponía, otro horizonte más sutil se había iluminado y ya casi no recordaba que tuvo que, en medio de la confusión del momento, reunir todas sus fuerzas, dejar atrás, casi sin tiempo para pensar, parte de aquel equipaje demasiado pesado para una sola persona y seguir adelante en solitario..

LIBRE…

jueves, 18 de noviembre de 2010

Vida intermitente o la prisión de la mente


A veces se puede tener la sensación de que la vida se detiene, nos golpea gratuitamente y nos abandona, como si surgieran, al margen de nuestra voluntad, paréntesis en la existencia, como si la vida se convirtiera por arte del azar en un ente con voluntad propia, culpable de nuestro peregrinar intermitente por la misma, llegando incluso a considerarla una especie de tirana que nos maltratara a su antojo.

Sin duda nuestras circunstancias marcan y condicionan el modo de vivir, principalmente las que afectan a la supervivencia y se puede comprender que, en este caso, cualquier objetivo vaya dirigido a ese fin, pero no es a eso a lo que me refiero sino al hecho de detener nuestro caminar cada vez que surge un contratiempo más o menos grave, a someter o condicionar nuestro pensamiento, nuestros actos, nuestro ánimo, nuestras relaciones, nuestra felicidad, al fin, a ese hecho como si no existiera nada más en nuestra vida.

Con el tiempo comprobamos que todo pasa, que todo se resuelve de una u otra forma, y el resultado es que se desperdician ocasiones de vivir experiencias que nos hubieran enriquecido, que quizá hubieran hecho la circunstancia en cuestión más llevadera aunque sólo fuera por el hecho de ocupar nuestra mente y nuestro tiempo en otras cuestiones. Nos damos cuenta de que hemos dejado atrás cosas importantes, que muchos de los nuestros se quedaron en el camino, que quizá nunca volvamos a tener la oportunidad de vivir determinadas experiencias que ignoramos o soslayamos al condicionar nuestro mundo y todo lo que en él había a ese acontecimiento

Por lo tanto, no está mal desear que el destino sea amable, dulce, generoso, pero conviene ser conscientes de que son nuestras respuestas y nuestras decisiones las que determinan la naturaleza del “por-venir” y de las circunstancias asociadas al mismo…

Aunque el futuro no exista…

martes, 9 de noviembre de 2010

Sueños del otro lado


¿Los muertos sueñan? Se preguntó mientras intentaba moverse sin conseguirlo creyendo haber despertado como cualquier otra mañana. Un recuerdo agradable le hizo cerrar de nuevo los ojos…

Se encontraba en un jardín caminando sobre una alfombra de flores de todos los colores, era como transitar una primavera ideal, una especie de eterna y equilibrada juventud de la que participaba junto a la naturaleza que la envolvía mientras se llenaba de una sensación amorosa… Sintió que no estaba sola, que era una pieza más de todo aquello que estaba disfrutando, sin atisbo de separación…
Era ella, sí, pero al mismo tiempo se sentía: árbol, agua, tierra, aire, luz…

De todo aquel paisaje comenzaron a emerger rostros conocidos, queridos; una especie de eclosión, de florecimiento de aquel Universo particular que contenía todas las formas de vida…Abrió sus brazos con ánimo de abarcar ese Universo que despertaba sus más profundos sentimientos, lo mejor de sí misma…

Al cabo de unos segundos, sus manos descansaban en su pecho, como si todo lo experimentado en esos instantes, cupiera en el abrazo, como si con ese gesto, hubiera tomado conciencia de todo el amor que podía albergar un corazón. Allí también percibía la energía de aquellos a quienes tanto había amado al otro lado, formando parte del sentimiento global, sin diferenciar, pero presentes en su alma.

Se repitió a sí misma que habría otras ocasiones, otras oportunidades, pero no era momento de pensar en esto. Recorrió el paisaje con su mirada, levantó su vista al cielo y pudo sentir una lluvia de estrellas, de todas las que su vista alcanzaba, iluminando su alma.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Vida y muerte...


Llegamos solos a este mundo y también nos vamos solos, y aunque haya quien lo entienda de una manera trágica, tiene su parte de belleza ya que sólo podemos entrar tal como somos y salir de la misma forma; en estos dos momentos no hay disfraces, adornos ni mentiras…

Vida y muerte son partes de la misma energía, la de la existencia que sería imposible sin alguna de las dos, por lo tanto querer aislarlas o separarlas es un error absurdo…

Nuestra cultura ignora la muerte como si no existiera, como si fuera el desenlace fatal de la vida, quizá porque se identifique con el fin y aunque algo de verdad hay en eso, sería únicamente el final referido a una etapa, pero está más que demostrado que también hay vida en lo que entendemos por muerte, aunque sea otro tipo de vida que no incluye la existencia tal como la concebimos asociada a la individualidad, a la particularidad…Sería una vida que alimenta o genera otra, la energía que nos anima dispersándose o más bien dirigiéndose a integrarse en otra, en una escala diferente, eso sí, pero existiendo en otro nivel…

Otra cuestión sería qué dirección o destino adopta esa parte de energía que nos ha identificado y diferenciado de los otros, a la que hemos pertenecido, y aunque no es el tema al que me refería, quizá parte de su destino descansa en el recuerdo, en el amor, en el corazón de aquellos con los que nos compartimos, lo demás entraría dentro del apartado de las creencias o del misterio del más allá…