Soy nómada... Quizá sea la única etiqueta en la que puedo encasillarme y este encasillamiento, me produce una cierta seguridad por lo que pueda tener de estabilidad, si es que a mi estado, continuamente cambiante, se le puede llamar así. Lo peor, o lo mejor, es que soy una nómada emocional dentro de una mujer encadenada a una vida absolutamente rutinaria y monótona, definición de lo que podría apreciarse externamente de mis circunstancias vitales sin profundizar en nada más.
El camino de un nómada no es fácil, no estamos preparados para serlo, y aunque un nómada no es exactamente alguien que huye eternamente, sino, muy al contrario, alguien que busca eternamente y que raramente encuentra esa estabilidad anhelada en la que asentarse definitivamente... Dentro de ese eterno desplazamiento, de ese dinamismo casi obligado, se viven situaciones enriquecedoras, aunque sólo sea por la constante variación, que desde fuera se interpreta como... ¿Qué importa?
"No cuentas nunca nada", exclaman los que están cerca, o los que aguantan cerca, para ser más exacta... ¿Qué puedo contar?, Si ni yo misma estoy segura de que el blanco o el negro lo sean más que de forma temporal. Pero no. Una mujer de mi edad, con mi trayectoria vital, ha de ser muuuuuy madura, muuuuuy segura, muuuuy ¿Qué?. Mi forma de ser, vende muy mal... Así que: ¡A callar, que estas más guapa!
Quizá, sólo quizá...
Somos el sueño de
Y una de las cosas que sentiríamos, entre otras ya muy nombradas, no por ello menos ciertas, es el dolor...
Ese
No, no os equivoquéis, pobres mortales...