
En el mundo en que vivimos, esperar es casi un arte; cualquier acto que realizamos está encaminado a obtener unos resultados preconcebidos, aquellos que creemos que son más adecuados para continuar adelante, con lo cual impedimos que ocurra lo que tenga que ocurrir... Es una espera condicionada a nuestros deseos, a lo que nuestra mente, precursora del engañoso ego, considera. De esta forma cerramos el camino de la vida.
En la verdadera espera, no existe el tiempo ni las expectativas, y aunque parezca un contrasentido, no hay deseo por obtener nada…
Llegar a un cruce de caminos cuando no se sabe qué dirección tomar, no es un problema si nos detenemos y esperamos a saber qué dirección es la idónea para continuar; el problema llega cuando, de antemano, pensamos o deseamos una dirección porque podemos tomar un camino equivocado, y aunque el error también sea una vía de aprendizaje, tiene sus consecuencias, y no sólo para uno mismo, que esto es un riesgo asumible, sino también para nuestro mundo…
En la verdadera espera, no existe el tiempo ni las expectativas, y aunque parezca un contrasentido, no hay deseo por obtener nada…
Llegar a un cruce de caminos cuando no se sabe qué dirección tomar, no es un problema si nos detenemos y esperamos a saber qué dirección es la idónea para continuar; el problema llega cuando, de antemano, pensamos o deseamos una dirección porque podemos tomar un camino equivocado, y aunque el error también sea una vía de aprendizaje, tiene sus consecuencias, y no sólo para uno mismo, que esto es un riesgo asumible, sino también para nuestro mundo…