
Trabajaba día y noche, y no le importaba el trayecto recorrido si no fuera porque cada etapa se sumaba a su experiencia, conduciéndola al punto desde el que comenzaba cada mañana cuando, al despertar, oteaba el horizonte, buscando la estela del sol iluminando la somnolienta luna hasta hacerla desaparecer, huérfana de reflejos e imagen perceptible hasta el próximo ocaso. Entonces se ponía en marcha después de una breve meditación y un deseo íntimo, dibujando desde el fondo de su alma, un haz de luz sanadora abrazando al planeta. Como para todos los que allí se encontraban, su actividad consistía en vivir, y a través de esa actividad realizada conscientemente, construía su camino...
A veces recordaba etapas anteriores para poder tomar decisiones en cuanto al mismo; le venían a la memoria imágenes de otras vidas con sus circunstancias particulares, recuerdos de aquellos a los que había conocido y amado, con los que había compartido experiencias. Recordaba a sus hijos y a los hijos de sus hijos durante muchas generaciones, ya que se le había concedido eso que al otro lado llaman "Memoria Genética Intertemporal" (MGI) como premio a la suma de lo recorrido.
Gracias a esta memoria, disfrutaba de un enorme caudal de amor en su alma y comprendía muchas situaciones en las que otras personas se hallaban inmersas, situaciones que ella misma había vivido en momentos de su existencia y que le permitían ocupar el lugar del otro, empatizando profundamente con él. A veces, reconociendo el sufrimiento ajeno, se sentía inclinada a dar un consejo, pero en el lugar donde se encontraba, estaba terminantemente prohibido interferir en el libre albedrío de los otros.
En esta otra dimensión, contaba con una gran ventaja; la ausencia del dolor tanto físico como emocional, la ausencia de deseos. Por fortuna esa etapa ya pasó y la constante en esta existencia era la calma, el sosiego y ese tipo de memoria al que antes me refería.
Siguió cumpliendo con su misión mientras pensó lo equivocados que están aquellos que quieren alcanzar una meta, la paz que resta a la vida lo que algunos llaman "cumplimiento de objetivos", acumulación de vivencias que no pueden ser absorbidas más que externamente, por el ego... Ella misma se había equivocado una y otra vez hasta aprender de su propia experiencia, momento en el que pudo acceder a esta otra etapa, en la que la felicidad era la constante. Algunos lo llamaban cielo, y ciertamente, no era un estado desconocido para el alma, ya que, en la dimensión anterior lo había sentido en momentos puntuales.
Llegó el ocaso y el sol durmiente se escondió en el horizonte mientras la luna sonrió a la oscuridad plateando las sombras con la promesa del nuevo día.
Y descansó mientras sus sueños se hacían realidad a cada paso...
Sabía que llegado a un punto lo olvidaría todo, o más bien lo integraría en el conocimiento o la conciencia universal, en Akasha, y adquiriría un conocimiento global porque ya no sería una parte con identidad propia, no la necesitaría cuando su experiencia se hubiera completado...
Sí, esto ocurriría al final del camino, se dijo, mientras elegía sus sueños...