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martes, 24 de marzo de 2009

El último adíos (parte II)


El viaje era largo y pocas personas conocían su destino final. Era lo que siempre quiso hacer y la vida le había proporcionado la ocasión de llevarlo a cabo aunque hubiera sido a través de una circunstancia que en principio hubiera podido considerar negativa, pero, pensándolo, no hubiera tomado la decisión de no haber sido por ello.

A sus 40 años de edad, prácticamente había llegado al final de lo que hubiera podido considerar su misión en la vida, en ésa que acababa de dejar atrás, o al menos uno de sus principales objetivos después de la muerte en accidente de su madre cuando él contaba con treinta años. A partir de ahora, su objetivo era muy diferente, aunque también encaminado a la ayuda, pero esta vez de manera diferente.

A los pocos meses del accidente, su padre, que hasta entonces había sido víctima de una terrible depresión por la culpa que le produjo sobrevivir en el accidente que acabó con la vida de su madre, fue diagnosticado de Alzheimer, enfermedad que progresó con muchísima rapidez y que le dejó, en poco más de dos años, postrado en una silla de ruedas y con sus facultades intelectuales tan disminuidas que necesitaba compañía y cuidado continuamente. Él decidió hacerse cargo personalmente, día y noche, y excepto en las horas de la mañana en las que desempeñaba su labor profesional, para lo cual contaba con la ayuda de una buenísima empleada que el destino había puesto en su camino y que realizaba su tarea con una dedicación y cariño dignos de agradecimiento, el resto del tiempo era él quien se ocupaba de esta labor que llevaba a cabo con todo el amor y la admiración que el mejor padre que nadie hubiera podido tener suscitaban en él.

No sólo le cuidaba y atendía a sus necesidades de todo tipo sino que, desde el principio decidió que su relación sería como si la enfermedad no existiera, con lo cual, le leía los periódicos a diario, le llevaba a pasear en las horas en que podía disfrutar del sol, en invierno y del mejor tiempo en verano. Al volver a casa del trabajo le contaba cómo había sido su jornada, le pedía consejo sobre todo aquello que le preocupaba o las decisiones que debía tomar, aunque el padre no estuviera en condiciones de dárselo.

A consecuencia de esto, su vida personal se vio restringida a dos semanas de vacaciones en verano en las que se turnaba con la empleada, y a algún fin de semana de vez en cuando, por lo que, nunca tuvo oportunidad de tener una relación sentimental lo suficientemente estable como para poder plantearse formar una familia. A pesar de esto pudo disfrutar de algunas relaciones de las que, especialmente una, guardaba un gran recuerdo por la generosidad y entrega de la mujer con la que sucedió.

Así era su vida, de la que estaba satisfecho por haber podido llevar a cabo lo que él consideraba más que una obligación, algo que había elegido, cuando María y Pablo, una pareja de hermanos, ambos divorciados, aparecieron en su vida…

Los conoció a través de una de esas redes sociales de internet que tanto proliferan actualmente, en las que entraba para distraerse durante las horas en las que su padre descansaba, ya que, en los últimos años quedó postrado en cama con sus funciones vitales estables, pero prácticamente sin ningún contacto con la realidad externa, y él hizo de aquella habitación soleada y luminosa el refugio de ambos, para, a la vez de acompañar y cuidar al padre, pasar sus horas de ocio. Incluso esta actividad la compartía con su padre, contándole cómo se comunicaba, preguntándole qué le parecía y haciéndole partícipe de sus movimientos por ella.

Tantas veces se sentaba junto a él en la cama con el portátil en sus rodillas para poder enseñarle fotos, mientras le leía los comentarios que hacía y se reía a carcajadas diciéndole: Mira, Fernando (así se llamaba el padre) ¡no me digas que esta chica no está estupenda! A veces, ante la lógica falta de respuesta de Fernando, le miraba con ternura, y mientras acariciaba sus mejillas, le decía: Sé que algo te llega, compañero… Cómo me gusta tenerte a mi lado, imaginar que sientes mi cariño… Y le recordaba momentos felices junto a la madre, en aquellos viajes que tanto habían disfrutado. ¿Te acuerdas cuando fuimos a Estambul, papá? Sí, cuando le compraste a mamá aquellos pendientes con esmeraldas… Y en esos momentos creía ver un brillo especial en la mirada del padre…

Pues bien, a raíz de conocer a la pareja, que ni siquiera recordaba a través de quien habían llegado a contactar con él, ya que los contactos en estas redes sociales se producen a base de invitaciones de personas conocidas, algo cambió en su vida; su horizonte se abrió haciendo crecer sus perspectivas de futuro, incluso sus ilusiones, en muchos aspectos.

Desde el principio descubrió que tenía gran afinidad con ellos, ya que eran personas abiertas, amables, comprometidas socialmente y con ideas sobre el mundo, la vida, la política, similares a las suyas.

Inicialmente, el contacto se limitó a la red, pero después de pasados unos meses y de haber compartido sus situaciones personales, comenzaron a hablar de conocerse personalmente, de quedar algún fin de semana y hacer de su amistad algo más que un contacto virtual.

El fallecimiento del padre se produjo por aquella época y, lógicamente María y Pablo acudieron al funeral como tantos otros amigos, llegando, así la oportunidad de conocerse en persona y continuar con su amistad como algo natural. (Continuará)

6 comentarios:

Anca Balaj dijo...

Pues menudos dos. Una bromita que se alarga por años no tiene ya nada de bromita. Estoy deseando leer la continuación, así que no tardes.

(También estoy deseando leer un libro tuyo, así que no tardes).

Un besazo

leoriginaldisaster dijo...

esta bonito
hay ganas ya de la tercera... a ver que pasa^^
un abrazo luz
bonita historia^^

luz dijo...

Hola ami, creo que es uno de los relatos más largos que he escrito, y tiene trazos reales. No, no tardaré.

En cuanto a lo del libro, no sé... jajaja... La verdad es que no estoy muy segura; el tiempo lo dirá

Muchos besos y gracias.

luz dijo...

Gracias LEO:

Hay que mantener la intriga. :))

Un abrazo grande

Una mirada... dijo...

Mmmm... Interesante. Ya estoy elucubrando sobre la entrañable pareja de amigos virtuales y su participación en el docudrama psicofilosófico de nuestro personaje en trance de huir del pasado.

(Apúntome, por cierto, a ese ejemplar en aromoso papel del que alguna vez serás autora.
Ni el mayor de lo avances tecnológicos puede suplir el delicioso contacto de las yemas de los dedos con la textura de una hoja escrita).

Saludos.

luz dijo...

En breve quedará descubierta toda la trama, aunque me temo que sea menos interesante de lo que podais imaginar.

En cuanto al libro, a mí también me atrae más el papel físico, pero hace falta atreverse, jajaa. Ése es el punto que falta

Saludos