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jueves, 24 de septiembre de 2009

Tus ojos...


Cuando era niña decían que para tener hijos había que casarse y encargarlos a Paris, y de allí, en una fábrica de bebés, los elegía la cigüeña encargada de todo aquello para llevarlos a su destino, no sin antes procurar que el bebé se pareciera a sus padres.

Aunque fuera una historia absurda basada en esa vertiente pecaminosa que tenía la sexualidad en la cultura judeo cristiana, a mí me hacía una ilusión tremenda levantar la vista al cielo y ver volando una cigüeña porque pensaba que un bebé iba a llegar a cualquier hogar donde lo esperaban con ilusión y me planteaba cuántos encargaría yo cuando fuera mayor…

A ti no te encargué, viniste por decisión propia, y creo que eres de lo mejor que me ha pasado en la vida; nunca imaginé que un hijo pudiera enseñar tanto hasta sin mediar la palabra.

Y es que, desde que te miré a los ojos, nada más nacer, porque eso es lo que más llamó la atención de ti cuando llegaste a este mundo, supe que tú y yo íbamos a entendernos, con sólo mirarnos.

Así que, esta vez pasé de todos los consejos de “no cojas en brazos a la niña porque luego no quiere estar en la cuna” o “sólo dale de comer cada cuatro horas porque si no, te tiene todo el día atada y se convertirá en una tirana”. ¡Qué tontería! yo nunca he creído que un bebé sea un tirano; es simplemente un ser desvalido, desconcertado y asustado por lo que supone pasar de estar en un lugar perfecto, acogedor, seguro, como es el seno materno, a todo el guirigay de este mundo en que vivimos y necesita amor para poder seguir adelante.

Cuando llorabas te tomaba en mis brazos y te acunaba cantándote muy bajito, para no asustarte, y si tenías hambre, a cualquier hora, te acercaba a mi pecho y te dejaba ahí mientras acariciaba tu cabecita; tú me mirabas fijamente con esos ojos negros bordados de pestañas, y, al rato, te quedabas plácidamente dormida y yo te contemplaba durante horas hasta que volvías a llamarme… Si no podías dormir, te tumbaba boca abajo sobre mí de forma que tu cabecita descansara en mi pecho y pudieras oír mis latidos; tomaba uno de tus pequeños pies en mi mano para darte un masaje suavecito en esa zona que me habían contado que favorecía la calma y entonces sonreías con cara de felicidad.

A veces venía a mi memoria el cuento de la cigüeña y yo misma sonreía, ya que la belleza de la realidad no puede compararse con ningún cuento.

Pero a ti no te trajo la cigüeña, viniste porque quisiste, porque alguien te dijo que yo siempre te había esperado

Aún hoy, que ya eres adulta y que cada cual hacemos nuestra vida, tus ojos siguen hablándome sin palabras.

(P.D. jajajaaa: Vale, admito que puede existir algo de eso que llaman “pasión de madre”)

6 comentarios:

Anca Balaj dijo...

Jo, qué bonito, Luz...

Muchos besos a las dos.

leoriginaldisaster dijo...

gracias por compartir algo tan bonito luz:)
un placer leerte !!

pd:sabes ke?a mi me dijeron que era un guisante!!jejeje
:)
un gran abrazo amiga!
ten una noche relindaaa!!:)

luz dijo...

Gracias, ami, Leo:

Son recuerdos del pasado que acuden a medida que una va cumpliendo años.

Besos a ambos

Una mirada... dijo...

Hermoso.

¿Pasión de madre? Simplemente, amor, entrega, valoración...
Las madres son esas esforzadas fareras que mantienen siempre encendida la luz que nos guía en medio de los momentos tormentosos.

Os merecéis -sólo hay que leerte- la una a la otra.

luz dijo...

¿Sabes, Una mirada? Me horroriza cuando oigo a algunas mujeres expresarse sobre sus hijos como si fueran de su propiedad, tratándoles, así, como objetos, moneda de cambio o trofeos...

Me siento tremendamente orgullosa de haber sido el vehículo de tres seres, tres personas honestas, trabajadoras y comprometidas con la vida, con sus fallos y sus acertos, pero que lo único que me deben es eso(=Nada); haber sido su receptáculo e impulso todo lo amoroso que pude y supe, tanto durante la gestación como durante el tiempo que estuve a su lado procurando que se situaran, comprendieran y aprendieran, hasta que pudieran elegir; a partir de ese momento han tenido mi apoyo y el de su padre, claro, con todo nuestro respeto, en la medida que cada cual entiende, por su libre elección.

Y como expresaba en el caso de una de ellas, que hago extensible a todos: Ha sido un placer...

Gracias y feliz domingo

Una mirada... dijo...

Es que, Luz, cuando de madres hablamos miramos, normalmente, a aquella a quien con la palabra mamá tanto queremos expresar.
Pero luego están las "otras", las que únicamente lo son porque han parido pero jamás experimentarán el gozo de la entrega ni la angustia contenida ni la explosión de júbilo ante ese pequeño milagro de células que pugna por no perder el equilibrio en sus primeros pasitos ni se embobará ante el repitivo parloteo...

Ser madre es tan sencillamente complicado que, muchas veces, se aprende a comprender a la propia cuando se ejerce deliciosamente como tal.