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martes, 31 de mayo de 2011

"Regalos" (Carta Primera)





Al entrar en su casa, con la tristeza por la pérdida del compañero con quien había compartido tan buenos momentos casi cada noche, se sentó en el sofá de la sala y abriendo el sobre que el vecino de Emilio le había entregado,  comenzó a leer el primero de los dos folios que dentro se encontraban.

“Mi querida amiga, comenzaba la carta, porque es eso lo que siento que hay entre usted y yo: Una amistad desinteresada y leal aunque nunca hayamos puesto nombre a esos agradables minutos que hemos pasado durante las noches de los dos últimos años.

Le extrañará mi carta en estos momentos en los que yo habré partido hacia la otra orilla, pero no quería dejar de decirle lo importante que fue su amistad y generosidad para mí.

Aquel primer día que me senté frente al portal de su casa, lo hice por simple curiosidad, para ver qué ocurría en aquel lugar, ya que había observado desde la ventana de mi casa que, como sabe, está en la esquina de enfrente a la suya, que cada día se paraban allí un grupo de personas y a los pocos minutos de salir usted del portal se marchaban. Seguí acudiendo cada noche, sin ningún ánimo de llevarme nada, puesto que a mi edad, pocas cosas se necesitan, aunque usted dejó allí objetos valiosos que fueron útiles a muchas personas y para los cuatro que allí nos reuníamos la compañía y la conversación se convirtió en el verdadero tesoro.

La primera vez que me llevé algo, se trataba de un cuadro pintado a la acuarela. Con el tiempo supe que fue usted misma quien lo había pintado, y para mi adquirió un valor adicional puesto que siempre pensé que el pintor plasma en su obra una parte de su alma y sentí, que cuando mis ojos descansaban en ese relajante paisaje africano, algo suyo resplandecía en esa pintura, y la amistad entre usted y yo fue creciendo mágicamente. De hecho observé que nuestro entendimiento superaba a la propia palabra y así lo comentamos en alguna ocasión.

Bien, pues con el tiempo, me llevé otro objeto… ¿Recuerda que le pregunté si estaba segura de querer deshacerse de él? Era un viejo reloj del siglo XVII que estaba bastante deteriorado. Lo fui restaurando poco a poco; tardé más de un año en dejarlo como nuevo debido a que los materiales necesarios para la restauración eran costosos y a mí no me sobraba el dinero…

Por aquella época andaba yo bastante mal en todos los aspectos puesto que, como recordará, había tenido un revés tanto emocional como económico con la muerte de mi hijo; me había quedado prácticamente en la ruina y el propietario de mi piso en el que llevo 50 años viviendo estaba a punto de desahuciarme por falta de pago durante los últimos seis meses.

Un día, al pasar por una almoneda reparé en un cartel en el que se leía: “Se hacen tasaciones a domicilio” y un teléfono de contacto. Se me ocurrió llamar para que vieran aquel reloj que yo consideraba regalo suyo y me ofrecieron una cantidad que podía solucionar todos mis problemas, así que lo vendí, no sin gran pesar por tener que deshacerme de algo tan preciado, y gracias a ello  pude seguir viviendo en ese piso que había sido testigo de mi vida entera; de hecho, mi fin está muy próximo, puesto que hace un mes que los médicos me desahuciaron sin remedio. Hoy sintiendo la muerte muy próxima, he querido escribirle esta carta para que usted, querida amiga, sepa hasta qué punto fue importante su “regalo”.

Bueno, poco más que decirle, salvo que me voy en paz, con ganas de encontrarme al otro lado con mis seres queridos, y principalmente, que me llevo las manos llenas, entre otras cosas de su amistad.

Viva siempre feliz, amiga. Tengo la seguridad de que volveremos a encontrarnos.

Emilio Villa”

Ella estrechó la carta contra su pecho y sonrió con la certeza de que Emilio estaba en ese preciso instante donde y con quien había soñado desde hace tiempo.

Se levantó y encendió una vela delante de una figura de un ángel que tenía en una estantería. En silencio  se despidió de él mientras guardaba su carta en el interior del corazón de un Buda  situado en un rincón de la salita. (Continuará...)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Menudo regalo maravilloso es la amistad!
La descripción de los detalles del relato me parecen realmente bonitos, así como su contenido...
También a mí, como a Emilio, determinadas acuarelas con paisaje africano, me transportan al fondo de un alma blanca y un rebosante corazón.
Seguiré esperando esos relatos que son tu propia radiografía entre la ficción y la realidad.
Un abrazo de Nanita.

Anca Balaj dijo...

Jooooo.... Lo importante que puede ser para otros lo que para nosotros no significa nada. Bonito, Luz, me entran ganas de ir sacando trastos de casa.

Besssitosss

Una mirada... dijo...

Qué impredecibles son las consecuencias de las acciones personales. Y qué escrito tan emotivo.

Un abrazo.