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martes, 1 de septiembre de 2009

Pensadores IV


A la mañana siguiente, al despertar, lo primero que acudió a su memoria fue la propuesta de la que había sido objeto y pensando en los beneficios que se podían obtener para el Grupo de Pensadores y consecuentemente para todos los humanos, decidió aceptar. Así se lo hizo saber a la SPU y ésta quedó en avisarle cuando todo estuviera preparado.

Salió temprano para el trabajo pensando en lo afortunado que era por haberle sido encomendada una labor que le satisfacía. Antes de la guerra era un funcionario que se dedicaba a tareas administrativas en un organismo oficial. Cuando todo cambió después de tomar los Salvadores las riendas del poder, organizaron un sistema laboral nuevo dirigido a restituir y mantener vivos al planeta y sus habitantes para lo que adoptaron nuevos objetivos y una filosofía muy diferente y sustancialmente mejor, en esencia, que la anterior, y lo cierto es que, en principio, todo parecía perfecto.

Su trabajo consistía en la medición y mantenimiento de un sector de los espacios verdes repoblados, cosa que hacía desde una de las Torres de Control Informático, diseminadas por todo el planeta; la que él ocupaba, junto con otras cien personas dedicadas a distintas labores, estaba situada en el centro de las cuatro mil hectáreas de terreno que les habían sido encomendadas. Desde su puesto de trabajo, no sólo realizaba esas labores de medición sino que también llevaba a cabo la supervisión y estado de los seres vivos cuyo hábitat constituía ese espacio verde en el cual desarrollaba su trabajo.

Los aparatos que se manejaban eran tan sofisticados, que sólo tenía que dirigir el visor existente encima de la pantalla de su ordenador hacia un punto, para poder ver la extensión de terreno que delimitara, aumentado y con todo detalle, podía incluso detectar anomalías en el terreno con una precisión milimétrica y saber el estado de sus habitantes (fauna y flora) a través de los cambios de color y temperatura de la imagen obtenida, hecho del que informaba, si ocurría, al departamento correspondiente para que se llevaran a cabo las medidas de rescate y tratamiento oportunas.

De lo que más disfrutaba era del paseo diario en el Vehículo de Supervisión Personal, algo parecido en la forma a un pequeño reactor monoplaza de los antiguos, que funcionaba con una batería del tamaño de un paquete de tabaco y tenía una autonomía de 2000 km, manejado con un solo mando y que planeaba por encima de bosques y jardines, deteniéndose en vuelo en el lugar que necesitara y, pudiendo tomar tierra con solo reducir la velocidad y descender sin necesitad de pista de aterrizaje; podía también navegar por los lagos que allí se encontraban divisando el fondo en pantalla y con la posibilidad de recoger muestras.

En el nuevo mundo, no existía la propiedad privada; todo pertenecía al Gobierno y se trabajaba únicamente para subsistir, y a eso iban dirigidos los salarios, en los que no había diferencia monetaria alguna debido a que cada cual, en el ámbito en el que realizaba su función, cumplía con las necesidades para las que su puesto de trabajo había sido creado. Unido a esto existían lo que se llamaban “estímulos laborales” que consistía en que si el Gobierno era regularmente informado, a través de los Supervisores Virtuales de que un sujeto cumplía fielmente con las labores encomendadas dentro y fuera de su puesto de trabajo, aportando mejoras, era premiado con una serie de “estímulos” consistentes en pantallas panorámicas de TV, muebles para la vivienda diferentes a los módulos de origen con los que se entregaron las mismas, viajes a diferentes lugares dentro y fuera del planeta, y hasta permisos para ser padres.

Esto último sólo podía llevarse a cabo entre los veinticinco y treinta y cinco años, después de ser objeto, la pareja, de una selección de celular genéticamente perfecta, produciéndose el embarazo a través de implantes de embriones desarrollados por fecundación in vitro. Los nacimientos eran programados una vez que se iban produciendo bajas en la ciudadanía ya que el Gobierno no permitía que la población creciera sin control, de manera que un embarazo espontáneo, como ellos lo denominaban, no era considerado viable y suponía un delito de los más graves que podían cometerse.

Contemplado objetivamente, nuestro planeta, podría parecer un mundo perfecto, porque las grandes diferencias a todos los niveles existentes antes de la guerra, habían sido solventadas, pero lo cierto es que, absolutamente todo, estaba programado, y ahí es donde nacía la insatisfacción de nuestra especie ya que no se respetaba la iniciativa privada, ni había libertad de movimientos en ningún ámbito de la vida; todo estaba vigilado y controlado tanto a nivel público como privado, incluso el trayecto que había de recorrerse desde la vivienda al trabajo, por poner un ejemplo. Las viviendas que proporcionaba el sistema, tenían cámaras con sensores de movimiento en cada rincón, incluidos los más íntimos, y si bien era cierto que, pasados no más de tres años, la delincuencia se había reducido prácticamente a cero, había algo que ningún humano con uso de razón suficiente para ser consciente, aceptaba…

8 comentarios:

Anca Balaj dijo...

Me ha gustado mucho tu plan de viaje de la infancia. No conocía esta faceta tuya y me encanta. Pero voy a insistir en que hagas una visita a Lulu. Es preciso, Luz.

Un besazo

luz dijo...

¿Verdad que era chuli el viaje? Sobretodo por los medios con los que contábamos, incluso una máquina del tiempo, de la que ya te hablaré...

Un dís de estos haré esa visita...

Besitos, amiga

leoriginaldisaster dijo...

Me encanta!!me has dejado con las ganas de seguir leyendo!!..cada vez se pone mas interesante el relato.

:)un placer luz
besotes !

luz dijo...

Gracias, LEO:

El placer es contarte entre mis lectores, amigo.

Besitos

Blau dijo...

Hola Luz, ya estoy enganchanda esperando la continuación del relato. Un beso.

luz dijo...

Gracias Blau:

Me hace ilusión eso de que os suscite interés la continuación del cuento, así que, prontito pongo la siguiente parte.

Besitos

Una mirada... dijo...

Con qué habilidad has sabido intuír el coste de los mundos perfectos, donde la libertad individual se sacrifica en aras de un supuesto bienestar del entorno.

Qué gozo retomar tu narración, Luz.

luz dijo...

Gracias por esta visita y tu comentario "Una mirada"

Me alegra tu paso por aquí